Se nos pide alegría constante, orgasmos sin límite, pum para arriba y también, por si acaso, para abajo. Se nos pide que hagamos el amor toda la noche y que después comamos ricas pastas. En resumen. Satisfacción inmediata ya, aquí y ahora para todo el mundo. Es lo que algunos piden a gritos. Una especie de estado festivo casi patológico que debería extenderse hasta el fin de los tiempos. Error. No hay fin de los tiempos sino eterna y juvenil eternidad. Pero nosotros no podemos responder al hermoso pedido. Y no podemos primero porque estamos ocupados en otras cosas. Y segundo porque no creemos en la estupidez. No alzaremos altares para los dioses de moda. Es más. No alzaremos altares para nadie nada y nunca. No, al menos, por ahora.
L.
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