miércoles, 1 de febrero de 2012

Tormenta

El rayo gobierno el universo. Lo dijo Heráclito hace 2.500 años. Pero para ver el rayo es preciso sumergirnos en la tempestad del ser. Esto último no suele ser aceptado. El único esfuerzo de la mayoría de la gente, al contrario, está dirigido a ahuyentar la tormenta. Se hace todo lo posible para disparar contra las nubes. Se busca así la calma y de paso evitar la tempestad. Pero esa calma no es calma sino anestesia. Es una droga que alivia el miedo a pensar. La palabra de los pensadores ha perdido autoridad. Para colmo es pobre en imágenes. No se la puede fotografiar con cámaras digitales. No figura en la pantalla del celular. Descansa en una actitud que le quita brillo y embriaguez. Sin embargo el acto de pensar lleva a las acciones y cambia el mundo. Lo cambia llevándolo a la profundidad del pozo oscuro y enigmático del ser. El pozo no gusta a la gente linda. A la gente linda le gusta tirarse bajo el sol en una playa sin pozos. Pero la profundidad de la que se habla exhibe una singularidad. Cuanto más oscura más alta es la claridad que ofrece.
L.

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