sábado, 31 de marzo de 2012
Amor a segunda vista
Las cosas se descubren por segunda vez. A tal punto que ni siquiera es imaginable una primera. Y si la hubo no estábamos listos aún. O estábamos ciegos. Si algo nos deslumbra -el mar, un cuadro, una mujer- es porque remueve en nosotros una sustancia que ya estaba pero de manera insensible, invisible o inconsciente. Algo que tuvo que ver con el primer impacto pero de un modo secreto, casi mudo. El segundo golpe de gracia remueve el fondo del río y la corriente y el mundo caen en una especie de descalabro general. Por esa razón nos enamoramos, elegimos un camino y no otro, avanzamos a ciegas guiados por la intuición. Amor a segunda vista. Amor de verdad.
L.
L.
viernes, 30 de marzo de 2012
La locura
Sensación extraña de vivir en un manicomio socialmente aceptado. Buscar sentidos donde no los hay. Imaginar un curso razonable para el agua de los ríos y sentir de pronto que la inundación es imparable. ¿Qué hacer ante semejante panorama de ramas y ranas? ¿Suponer que la locura es lo que considerábamos normal y viceversa? ¿Será así? ¿Tendremos que sumarnos como buenos soldaditos al imperio desquiciado? ¿Irnos? ¿Quedarnos? Ni una cosa ni la otra. Resistir.
L.
L.
El día
El día no empieza con el sol matinal. El día comienza cuando despertamos. El despertar no empieza cuando abrimos los ojos sino cuando acabamos de soñar. Para vivir no basta una pura vigilia de ojos abiertos. La vida nace cuando aprendemos a soñar despiertos. ¿La vida es sueño como decía Calderón? Sí. Y a eso se debe el tremendo esfuerzo de la piedra por ser pájaro, el trabajo enorme del pájaro por ser una sombra en la piel del río, la heroica transformación del río cuando, por fin, se convierte en mar.
L.
L.
jueves, 29 de marzo de 2012
La noche
Mezcla de paz y vacío. ¿Qué queda del día? ¿Qué? En el departamento de al lado una pareja se mueve escandalosamente. Parecen golpes pero hay también gritos que podrían ser de placer si no llovieran estrellas frías sobre la ciudad. Los gatos organizan asambleas en los techos. El sol alumbra por abajo, ahí, justo ahí. Dormir quizás sea un buen escondite. Mañana vendrá el día con sus hachas.
L.
Cartas
Hoje estive triste, insegura, angustiada. Quando estou assim me pergunto como posso também ser aquela outra, entusiasmada, de olhos bem abertos para o mundo à sua volta. Andei me perguntando qual delas sou de fato. Sei que sou as duas, mas elas voltam as costas uma à outra, e me deixam às vezes meio perdida no meio do caminho. Fiquei pensando em voltar a tomar um antidepressivo que tomei há uns tempos. Mas acho que não estou disposta a ser ainda mais uma, mascarada pelo efeito do medicamento. Hoje é assim, estou meio Fernando Pessoa. Agora à noite estou melhor. Vou ler cartas antigas antes de dormir. Abri uma caixa cheia de cartas que recebia quando estava longe de meus amigos, de minha família, muitos anos atrás. O tempo tinha um outro ritmo. E ele passou tanto! Estou com a mesma expectativa de quando as abri para lê-las pela primeria vez. Mas hoje, justamente porque tanto tempo passou, receio o que elas vão me dizer.
María / Carolina/ Brasil
María / Carolina/ Brasil
Condones
Salí a recorrer el pueblo en bicicleta. En Bogotá nunca lo hago. Acá puedo hacerlo con toda tranquilidad. Observé a los costados unos lotes con cultivos de algodón y soya. Subí unas pendientes cortas y bajé. Siempre se baja y se vuelve. Llegué a un callejón sin salida. Un callejón rural...si es que tal cosa existe. Entre los árboles se escondía un motel. Así se les dice en Colombia a los hoteles por hora. En el suelo se veían sobres abiertos de condones. Luego un hombre se me acercó. ¿Estás perdida? No le respondí. Regresé. Aceleré el paso. La la brisa fue viento y ventarrón. Árboles, callejones, frustraciones.
A.
Fábula
El amor es un niño que juega en la arena mientras el lobo no está. Juega desnudo en la playa y no tiene vergüenza. Al contrario. Le gusta mostrar al mundo sus partes prohibidas. El lobo lo sabe y por eso acecha en silencio. Desde lejos mira al niño saltar como un dios sobre la espuma o meterse de punta en el vientre de las olas. El amor es un niño desnudo que juega en la playa mientras el lobo no está. ¿Lobo estás?, pregunta desafiante. El lobo no responde. Pero mira al niño desde lejos con una mezcla de rabia, ternura y admiración.
L.
Para quién canto I
Esta carta de amor va dirigida especialmente a los invisibles del blog. Ya hemos enviado cartas similares a ésta en viejas botellas arrojadas al mar del tiempo perdido. Siempre o casi siempre con similares resultados. Y siempre casi con el mismo amor. Suspende recibe unas trescientas visitas diarias. Eso dice nuestro contador. A veces menos a veces más. Trescientas visitas argentinas, españolas, chilenas, estadounidenses, mexicanas, colombianas y de países raros como, no sé, Países Bajos o Alaska. Suspende tiene desde hoy 360 seguidores. Renovamos este espacio varias veces en el día, ponemos en ello un gran esfuerzo de concentración y cuidamos los textos hasta donde podemos. Amaranta se va a enojar por esta carta de amor. Andrea también. Pero no importa. ¿Por qué nadie o casi nadie comenta nada al pie de los posteos? Leo a Graciela, a María Noemí, al Peregrino, a Pep, siempre firme, a alguno que otro más. Y punto. Y si nadie habla o susurra o gesticula o grita...¿para quién canto yo entonces?
L.
miércoles, 28 de marzo de 2012
Escena
Por casualidad me crucé hace mucho tiempo con un antiguo compañero de escuela y acepté su invitación a cenar. Apenas entré a la casa me di cuenta de que algo andaba mal. La anfitriona había llorado y parecía que mi viejo compañero había bebido. No se tambaleaba, pero parecía encontrarse en ese estado tan desagradable propio de ciertos borrachos. Rechacé el trago que me ofreció y se puso sarcástico. Antes de que nos sentemos a la mesa se puso a ofender, denigrar y ridiculizar a su esposa. Y después de las primeras cucharadas de sopa la trató de sucia ramera. Parecía una mujer sencilla y dulce. Lloró y él la acusó de toda clase de porquerías. En ese momento exacto me puse el saco y me fui en medio de la cena. De aquella escena pasaron diez o quince años. Ayer me lo volví a cruzar. Estaba acompañado por la misma esposa y los dos parecían felices. Descubrí que casi eran vecinos míos. Así que compartimos un taxi y ellos me invitaron a tomar algo en el departamento donde vivían. Todo anduvo bien hasta que, al cabo de diez minutos, mi viejo compañero de escuela le dijo a su esposa por qué no preparaba unos bocaditos de acelga, le preguntó por qué no movía ese culo gordo que tiene y hacía algo útil en la vida. Ella se fue llorando a la cocina y, mientras yo me ponía nuevamente el saco para salir cuanto antes de ahí, él la llamó torpe, sucia, imbécil, puta.
Poner el cuerpo
Sólo se ama lo que se conoce. Puede ser un libro, una mujer, un río de montaña. Pero no basta el deseo. No basta con tener ganas. Ya se trate de un libro, una mujer o un río de montaña. Ya se trate de escribir algo o pintar de blanco una pared. Sea lo que sea...hay que poner el cuerpo, ensuciarse, mancharse con el pincel, estar dispuestos incluso a fracasar. Se ama con la idea pero también y fundamentalmente con el cuerpo. Y más ahora que empieza el frío. Y ahora más que casi todo en la vida es virtual. El fuego se enciende con leña de verdad. Echar leña al fuego y cuerpo a todo lo demás.
L.
L.
El monje
El monje ha resuelto alejarse, retirarse del mundo, desaparecer por un tiempo. El monje sabe que eso es imposible. Viajero donde vayas no encontrarás nada que no lleves contigo. El monje recuerda esa frase y calla. La usó hace años para debatir con los amantes del movimiento. No hay nada mejor que viajar, dicen todos. El monje no piensa así. Al contrario. Imagina un lugar silencioso, un río tranquilo allá abajo, un puente de frágiles cañas, una invención de algo que no requiera de trenes, autos o aviones. Un lugar sin ruidos, sin alarmas, sin gritos, sin órdenes. El monje sueña con un bosque, una playa desierta o un convento donde dejen ver películas y escuchar música. Quizás una mujer o dos. No mucho más. El monje no es un monje de verdad. Pero le gusta jugar con la idea. Un retiro del mundo, una fuga, un escondite blindado. Alejarse. Retirarse del mundo así sea por un rato. Desaparecer no totalmente sino apenas un poco.
L.
L.
martes, 27 de marzo de 2012
La verdad
El infierno más temido del mundo es la verdad. ¿Qué verdad? Cualquiera. Aún la más inocente. La verdad política, la social, la sexual, la espiritual. Los esfuerzos que se hacen para combatirla son enormes y los resultados están a la vista. El mundo se está suicidando lentamente y el individuo, hombre o mujer, prefiere aplicar la ley del goce inmediato, o la religión en cualquiera de sus formas, con tal de no afrontar el deseo y sus inciertas consecuencias. Se insiste con eso aún sabiendo que, a la larga, la negación divina significará la autodestrucción del sujeto. Un ejemplo notable de lo que aquí se dice es la resistencia que despierta en todas partes el psicoanálisis de Freud y Lacan. Con tal de no iniciar ese difícil camino se elige la vía fácil. Diarios, revistas y canales de televisión exaltan como alternativa el valioso aporte de las neurociencias que, claro, son muy interesantes pero no resuelven el padecimiento personal. También se promueven con entusiasmo las terapias breves que tampoco resuelven nada pero son breves y con eso alcanza. Enfrentar el síntoma como enigma a resolver y buscar en él la verdad oculta es visto en cambio como un castigo. De ahí la mala fama del psicoanálisis en la actualidad. Hay, sin embargo, un dato inocultable. El camino analítico es uno de los pocos espacios vigentes en la sociedad que aún se ocupa del problema de la verdad. Más temprano que tarde no quedará, tal vez, ninguno. Veremos qué pasa entonces.
L.
L.
Bordeando tu humedad. Rumiando cada madero de tu cuerpo sin letra. O subiendo por tu lengua cuando las otras bocas se durmieron. O bajando suavemente por tu espalda hasta encontrar praderas, alturas, piedras largas donde resbalo y caigo. Y besándote al fin donde la tierra se vuelve, sí, UN MAR entre mis piernas.
L.
L.
Manaos
En Manaos hace frío. Las larvas de los mosquitos gigantes caen sobre la arena como gotas de plomo. Llueve y sopla viento verde. Es penumbra la tarde amazónica, la tarde en rojo y ámbar del caribe humeante y solo. En sus tiendas de oro las mujeres amamantan con las tetas erizadas. Tibias. Los hombres andan taciturnos, más oscuros a la sombra de los plátanos. Muy pronto caerá la luna y habrá que encender fogatas antes de que los caimanes se la coman.
L.
L.
La espía
Toda desnudez será castigada o por lo menos vigilada y puesta bajo control. Una tal Estefania Gonzalez tiene un blog donde se dedica a subir fotos que le saca a los vecinos que viven en el edificio ubicado frente al suyo. Como espía secreta descubre a viejos sentados en el baño, chicas y hombres desnudos, parejas que leen el diario, toallas en el suelo, pieles erizadas, etcétera. Estefania no hace algo muy distinto al trabajo de periodistas, empleados de servicios de inteligencia o gente común. También nosotros espiamos las fotos en los perfiles de Facebook. Ya se sabe. Los que se aman en secreto, los vecinos y hasta los que orinan en los canteros tienen los días contados. Alguien los observa en este mismo instante. Un ejército de pequeños pero eficientes voyeurs ha sido movilizado en toda la comarca para oír, filmar, fotografiar y registrar las voces de los otros. Ya no hay detalle sin documentar. Las oscilaciones ardientes de los cuerpos, el ruido de la ducha detrás de la cortina, las manchas que el amor clandestino estampa en las sábanas. Estefania pasa el día mirando por la ventana lo que hacen y deshacen los demás. ¿Con qué beneficio? No es fácil responder. Ahora sabemos todo o casi todo sobre todos. Pero nada o casi nada sobre nosotros mismos.
L.
lunes, 26 de marzo de 2012
Carta desde lejos
La primera vez que recuerdo haber visto a mamá desnuda fue cuando ella estaba embarazada de mi hermana menor. Entonces yo tenía tres años apenas. Recuerdo su enorme panza y la piel templada con una línea que se dibujaba horizontalmente y que pasaba por su ombligo. Parecía el ecuador en el globo terráqueo. No sé por qué me acordé de eso. Seguramente fue porque hoy me quedé por varios minutos observándome desnuda en el espejo. Desnuda y observando parte por parte, curva por curva. Mi cuerpo aún es joven. Pero pronto, mucho más de lo imaginable, irá envejeciendo. Debería ser amado y contemplado como está ahora, es decir, con la piel suave y el culo firme a pesar de todo. Miro mi vientre y es como el de mi madre. Blanco y gentil, afortunado para cuando llegue la hora de parir un hijo, quien, tres años después, lo contemplará y tratará de entender que ahí está su hermano, protegido por el agua, origen de la vida, como lo estuvo él alguna vez. Y ahora no sé por qué te escribo ésto. Y ahora no sé por qué escribo. Y ahora no sé por qué.
A.
Las cosas
Bastaría mirar un poco alrededor. Veo mi cuarto ahora. Una botella de vino por la mitad, un zapato suelto, la cama sin hacer, libros por todas partes, un calzoncillo, corpiños, estantes, marcadores, bombachas, medias, corchos, el canasto de la ropa sucia. Pienso. Esos objetos me sobrevivirán. Seguirán en el mundo quién sabe cuánto tiempo más. Una eternidad. Esos objetos sin poesía. Esas cosas que son pura cosa nomás. Seguirán ahí por los siglos de los siglos. Ahora que lo sé debería observarlos con más atención.
L.
L.
Incomprendidos
Los viejos y los niños pertenecen a tribus incomprendidas. Actúan diferente al resto y eso molesta incluso a la gente buena. Los chicos hablan y se mueven sin permiso, quiebran la estática, son aerolitos que irrumpen adentro de las casas para imponer una cultura insolente y nueva. Los ancianos hacen algo parecido pero más lento. Arrastran enfermedades y cuerpos en general feos, no salen en las tapas de revista, raramente los entrevistan por televisión. Viejos y niños se manejan con tiempos propios, idioma propio y hasta una sexualidad oculta que los jóvenes y adultos no entienden o rechazan. Ambas tribus no son ejemplos de nada. Algunos de sus integrantes se cagan y mean encima, lo cual, naturalmente, no es bien visto. Pero los viejos y los chicos tienen derecho a vivir aún en un mundo habitado solamente por bonitas modelos. Todos fuimos niños. Todos seremos viejos decadentes y horribles. Es bueno recordarlo, sí, a toda hora.
L.
L.
domingo, 25 de marzo de 2012
¿Cómo se decía?
Perdí casi por completo las palabras. Ya no puedo hablar ni escribir algo mínimamente coherente. Debe ser una estrategia para borrar el pasado y buscar un lenguaje nuevo. Olvidé por ejemplo la palabra amor. Hasta ayer la pronunciaba con soltura. Pero ahora no sé ni cómo suena. Olvidé hace años cómo se dice revolución, cama, pez, luna o pubis. Mi discurso se va llenando de agujeros como si se lo hubiesen comido las polillas. Las frases que digo parecen redes de pescador. Unos pocos nudos y un millón de huecos. Es raro pero poco a poco me estoy quedando mudo, desnudo y vacío. Quizás lo que me pasa no sea tan malo. Quizás esté a punto, sí, de nacer de nuevo.
L.
L.
viernes, 23 de marzo de 2012
Consignas de escritura
John Cheever, el brillante narrador estadounidense, dictó algunos talleres de escritura durante un breve y accidentado pasaje por la Iowa University. Lo primero que el autor de La geometría del amor les pedía a sus alumnos era la redacción de un diario íntimo que abarcara por lo menos una semana y en el que aparecieran registradas todas las experiencias del estudiante. Sentimientos, sueños, orgasmos, ajustadas descripciones de la ropa y los colores de las botellas vacías o a vaciar, especificó. El segundo paso consistía en la escritura de un cuento en el que siete personas o paisajes que aparentemente no tuvieran nada que ver aparecieran inevitable y profundamente relacionados entre sí. Su ejercicio favorito proponía la composición de una carta de amor como si se la estuviera escribiendo desde un edificio en llamas. “Nunca falla”, dijo Cheever a sus colegas. Hoy, quizás, habría que pedir un mail o, mejor aún, un mensaje de texto o acaso un twitt...
L.
Sobre las olas
Dice la surfista que pasa gran parte del tiempo en una tabla, más allá de la rompiente y esperando, como todos, la ola de su vida. Dice que la espera se hace larga. Las olas que llegan no le sirven. Son bajas, no se ahuecan, no la abrazan, no siempre la llevan a la costa. Puede también ocurrir que la gran ola, la perfecta, la mundial, llegue por fin y la surfista no la vea. O porque está distraída o porque piensa, en el mejor de los casos, que esa ola no le viene bien. La surfista dice que a veces pierde la paciencia y monta en la primera espuma que se alza brillante ante sus ojos. Cuando la sed es grande, me dice, conviene dejar de esperar la ola de la vida, si es que existe, y lanzarse de lleno, con cuerpo y alma, al puro mar de las causas perdidas.
L.
jueves, 22 de marzo de 2012
Palabras
Palabras como angustia, tristeza, melancolía, nostalgia, frustración, ansiedad y otras parecidas suelen ser descalificadas en estos días. A cambio se propone el optimismo ciego, la felicidad idiota, el vaso siempre lleno o medio lleno, jamás vacío, ponerle ganas, pilas, onda y demás convenciones favorables, en apariencia, a la alegría ilimitada. Sin embargo la angustia es un sentimiento legítimo y rebelde. También la tristeza y la melancolía. Lo que embota es la estupidez. Lo que despierta es la intensidad. Y la intensidad puede verse tanto bajo el sol como en noches de llanto. Defender la inconformidad. Defender nuestro sagrado derecho a estar tristes.
L.
L.
Una pasión contagiosa
Decía Freud que entre las tres pasiones fundamentales del hombre figura, casi en primer lugar, la pasión por la ignorancia. Se la podría llamar negación pero es más que eso. Hay un trabajo casi militante de muchas personas tendiente a no enterarse de nada, o a creer que ya se sabe todo, o a imponer y adoptar la apatía y el desinterés. Vivir sabiendo, como dijimos desde siempre en este blog, no garantiza la felicidad. Al contrario. Pero la curiosidad genuina abre los ojos y las puertas a todas las posibilidades.
L.
L.
La toalla está triste
La toalla está triste. Poco sol, humedad, gripe constante. Vive en un mundo lleno de peligrosos espejos, metales resbaladizos, losas heladas. Aún así ella mantiene todavía caliente su ilusión (como las damas de antes). Todas las tardes espera el momento en que él (delgado, con un lunar en el muslo izquierdo, bigote tiernamente escaso) entra desnudo. Lo mira, lo admira también, de reojo. Mientras el agua cae y el jabón resbala ella imagina (sentimental al fin) que hay diamantes desgajados y huesos dóciles. Ella jura que se muere. Luego se le prende al cuerpo como una ardilla feroz, se pierde la toalla, se deja, la tocan, estremece, rueda en sus tobillos, se anuda a su sexo, se estrangula. Y cuando sólo le falta un movimiento, la intuición de un vaivén tan sólo, un dedo sobre la nuca solamente, él la deja, la suelta, la cuelga, la deja vieja seca queja muerta. Sólo por esto algunos hombres se condenarán.
Otros conocerán la rabia y la belleza.
Cadenas
Solemos decir no puedo vivir sin tal o cual persona, sin tal o cual trabajo, sin tal o cual lugar. Me muero si no puedo ver el mar. Mi peor desgracia sería perderte o perderla o perderme. Decimos cosas así. Al pensar de ese modo pareciera que nuestra vida depende de una amplia serie de cosas a las que vivimos total y definitivamente encadenados. Amos que nos gobiernan. Leyes y reyes supremos e incuestionables. Pero un buen día, como se lee en los cuentos, descubrimos que sí podíamos vivir sin tal o cual persona, sin tal o cual trabajo, sin tal o cual lugar. Descubrimos que estábamos esclavizados a todo tipo de jaulas armadas por nosotros mismos. Desarmarlas o ignorarlas no debería ser visto como un acto irresponsable. Al contrario. Hacerlo nos permitiría disfrutar, por fin, del instante que es todos los instantes...y es lo único que hay.
L.
L.
miércoles, 21 de marzo de 2012
El deseo
El que desea y no obra -dice William Blake- genera pestilencia. El río que no fluye se estanca y se convierte en un pantano. Agua que no desemboca. Aire envasado. Podredumbre. Mal olor. De ahí la importancia de actuar (¡actuar!) y dejarse tomar por el deseo. Dejarse tomar y observar con atención lo que sucede. De igual modo el que obra y no desea genera, también, pestilencia, culpa, hastío. Conclusión. El que desea y obra (¡obra!) va por buen camino.
L.
L.
Mil fotos
Las cámaras digitales, también los celulares de última generación, democratizaron el ejercicio de la fotografía a niveles masivos y asombrosos. Lo que antes era cosa de turistas japoneses ahora es pasión de multitudes. Ya nadie ve nada. Ya nadie ve a nadie. Hasta se fotografían los momentos más íntimos de una pareja en penumbras para luego subirlos a Facebook o a algún rincón perdido de Internet. Las redes sociales usan y abusan de las imágenes como si ellas dijeran algo trascendente. Como si informaran de algo. Pero no. En general no dicen mucho porque están mal sacadas, porque no están bien encuadradas o porque terminan pareciéndose entre ellas. Las chicas sacan la lengua. Los chicos ponen los dedos en V. En algunos perfiles de FB hay hasta mil fotos de una sola persona. Quizás esté llegando el tiempo de apagar la digital volver al ojo desnudo, es decir, a mirar las cosas en sí mismas y sin dejar registro electrónico del suceso. La propuesta quizás resulte anticuada pero sería una especie de retorno al país de la pureza. La gente dejaría de vivir posando para empezar a vivir siendo. Cuando el niño era niño -dice Peter Handke en su guión de Las alas del deseo- no ponía caras cuando lo fotografiaban. Al menos eso sería,ya, un acto revolucionario. Dejar de posar y alzar vuelo. Como los pájaros.
L.
L.
martes, 20 de marzo de 2012
Literatura y rebelión
Toda persona que escribe es rebelde. Dejando de lado a los que buscan fama, el escritor manifiesta indirectamente su rechazo a la vida tan como es. Este entredicho con la realidad es tal vez la secreta razón de ser del acto literario. La ficción es una mentira que esconde una profunda verdad. La de la vida que no fue, la de aquello que no ocurrió y que, justamente por eso, debió ser creado por la imaginación de alguien. El juego literario, sin embargo, no es inocuo. Quien mediante la lectura "vive" una gran ficción regresa a la vida más alerta y crítico frente a la opresión y la mediocridad. Por eso los gobiernos autoritarios de todas las épocas censuraron y prohibieron la ficción. La inquisición española, sin ir más lejos, desconfió de las ficciones y las sometió a estricta censura llegando al extremo de prohibirlas en todas las colonias americanas durante trescientos años. Después, desde Hitler a Videla, todas las dictaduras intentaron controlar o banalizar la literatura, el arte en general, poniéndole, como a los locos, la camisa de fuerza de la censura más férrea.
L.
L.
Todo lindo
Mi novia, debería decir mi amor, propone que nos encerremos en un cuarto, lejos de sapos y culebras, para disfrutar juntos de todo lo que nos une y entusiasma. De la hermosura solamente. Todo lindo. Mi primera respuesta parecía un posteo de este blog. Fue tan absurda como suelen serlo mis respuestas. Le dije. Debemos salir a la calle y cambiar el mundo hasta convertirlo en nuestro cuarto. La propuesta revolucionaria no entusiasmó a mi novia. Debí decir mi amor. Ella quería que le respondiera lo que finalmente le dije. Sí, amor, vamos a encerrarnos en un cuarto lejos de todos los sapos y todas las culebras. Aún así. ¿Por qué durante las 24 horas de un día nos quedan apenas unos pocos minutos para disfrutar de lo que realmente vale la pena? Una compañera de trabajo a quién le hice esta consulta respondió de manera sencilla y previsible. Comer, dijo. Hace falta comer, tener un techo, viajar, etcétera. Y para eso hace falta dinero. Admití que esa es la razón del todo casi lindo. Todo más o menos hermoso. Una de cal y otra de arena. ¿Cuál es la de cal y cuál la de arena? En eso pensaré hasta convertir mi vida en todo lindo.
L.
L.
El arte de contar
Contar algo, no sé, una película o un recuerdo, no es tarea fácil. No lo es de ninguna manera. ¿Y para qué habría que contar algo? Sé que no es buena pregunta pero sirve aquí a manera de disparador. Por qué es o sería bueno contar algo ya sea por escrito o en una reunión de amigos. Esto vale para situaciones que nos hayan ocurrido o para aquellas que desearíamos que nos hubieran ocurrido. No sé cómo seguir en este punto. Voy a intentarlo. Desde el psicoanálisis se dice que un hecho traumático no cristalizado en palabras (metáfora) va a repetirse infinitas veces, es decir, si no consigo traducirlo al lenguaje el hecho, por lo general dañino, será actuado, algo así como volver al lugar del crimen. Este posteo se está haciendo aburrido y difícil. Debo terminarlo de una vez. El arte de contar es el arte de vivir. Es darle sentido a una vida que no lo tiene. Narrar nos enriquece, nos acerca al caos para imaginar, al menos eso, un mundo organizado como una secuencia falsa. Un hombre con historia ya es un hombre. Una mujer con historia es toda una mujer. La escritura del recuerdo, soñado o real, puede ser reescrita muchas veces. Quedará por fin una única palabra que no podremos olvidar nunca.
L.
L.
Un héroe de la patria
No sé por qué me afectó tanto la matanza de dieciséis civiles afganos a manos del sargento estadounidense Robert Bales. Tanto me afectó que leí detalles sobre ese hombre capaz de asesinar a 16 niños, mujeres y ancianos. Leí con asombro que en Estados Unidos Bales es considerado un héroe de la patria. El hombre, de 38 años, ya había hecho hazañas similares en Irak. Había dicho entonces que eso es lo que diferencia al ser americano -son sus palabras- "de los malos". Bales ha sido internado en una base ultrasecreta del Pentágono donde difícilmente sea juzgado por la masacre cometida. Es entendible. El sargento Robert Bales pertenece al campo de los buenos, es decir, no habría motivo para que los buenos juzguen a otro bueno cuyo accionar representa, admitamos, a buena parte del pueblo estadounidense. El tema me llevó a otro que no puedo desarollar acá por razones de espacio. Eso de suponer que el mundo, la gente en general, se divide entre buenos y malos, puede dar lugar a situaciones irremediables como las vividas en la Argentina a partir de marzo de 1976 o, para no abundar, en el Holocausto o el gulag del padrecito Stalin. Buenos y malos. Lindos y feos. Gordos y flacos. Negros y blancos. Gente tóxica vs. gente no tóxica. Recordar, por favor, al sargento Robert Bales, un héroe de de la patria.
L.
L.
lunes, 19 de marzo de 2012
Ganas de tener ganas
Esas ganas de escapar montado en las nubes de la lluvia. Ganas de galopar como un loco sobre el mundo y desaparecer por fin. Ese deseo inexplicable de no tener que dar explicaciones. O rebotar como una pelotita en las paredes y lanzarme desde ahí hacia un lugar más alto. Hasta donde aparecen las flores de alta montaña. O más. Esas ganas temibles y lógicas de abandonar la ciudad y sumergirme en un lago de la selva o en la cima del hermoso verano. Imposible pensar en otra cosa. Menos en un día como hoy. Esas ganas de tener ganas. De abandonar todo y largarme, sí, sobre las nubes de la lluvia, como un loco montado/iluminado en las sombrías colinas del mundo.
L.
L.
¿Qué significa escribir bien?
Hay una confusión con el tema. Los que no escriben, o lo hacen apenas por necesidades mínimas de expresión o comunicación, suponen que escribir bien es adornar, usar lindas palabras, azucarar, utilizar eufemismos. Los que se limitan a mandar mensajes de texto o contar cosas personales en Facebook o twitter añaden a la lista la destrucción paulatina del lenguaje, el tkm en vez del te quiero mucho, las letras hr en vez de la palabra hora, la q en vez de la conjunción que. Estos últimos, también y además, usan muchos signos de puntuación al final (!!!!!!!!!!) y se niegan a usar el signo inicial. Escriben como escribe todo el mundo. Para no quedar mal. Pero...¿qué significa escribir bien? ¿Y qué ventajas tiene hacerlo? En este punto se me acaban los argumentos. Podría citar a Clarice Lispector. Digo lo que tengo que decir, sin literatura. Eso es escribir bien. Sin adornos. Sin rodeos. Sin rellenar el discurso como se rellenan los corpiños. Digo lo que tengo que decir. Si tengo que informar que alguien murió lo digo. Murió. No lo cambió por falleció o se fue de este mundo. Elijo la primera palabra y nunca la segunda. Si debo decir, en un registro vulgar, la palabra culo, bueno, la uso en vez de cola o trasero. Pero si debo decir cola o trasero también las uso. Lo que tengo que decir. Una cosa después de la otra y no todo al mismo tiempo. Y con la mayor precisión posible. Ejerzo el arte de escribir sin arte. Eso hago. ¿Y para qué sirve semejante precisión? No hay respuesta para eso. ¿Para qué sirven el mar, el amor, la música de los Beatles? Insisto. Me estoy quedando sin argumentos.
L.
L.
Doble de cuerpo
Doble condición de todas las cosas. Lo mismo que causa placer a veces provoca dolor. El camino que sube y el que baja son uno y el mismo. Esto último es una sentencia pronunciada hace dos mil quinientos años por Heráclito. El agua de mar es buena para los peces pero mala para el humano si la bebe. El arco del violín facilita el paso a la divina música. Otros arcos pueden causar la muerte. Lado luminoso y lado oscuro de la luna. Amor y odio. Alegría y tristeza. Éxito y fracaso. Doble condición de todas las cosas.
L.
L.
domingo, 18 de marzo de 2012
Entrenamiento
Para las principales cosas de la vida no hay entrenamiento posible. Nacer, vivir, morir. Eso no se aprende en ningún lado. Tampoco el amor en su versión física o estrictamente espiritual. Ningún manual podrá ayudarnos en ese trance. Tampoco el ejercicio artístico, ciclístico y sonámbulo. Para eso no hay maestros más allá de nosotros mismos. No hay guías impresas. No hay técnicas. Todo lo demás, es decir, lo que no importa, puede ser aprendido en unas pocas clases. Es más o menos fácil, por ejemplo, morir por una mujer. Lo difícil es vivir con ella en armonía. Pero esto último, ¿dónde se enseña?
L.
L.
Hablar
A veces hay que hablar, decir las cosas, animarse aunque fastidie al destinatario. La palabra puede ser digna o indigna, puede herir sin proponérselo, puede sonar más fuerte que una bala de verdad. Pero algo nos dice que llega la hora de decir. No más silencio o fingimiento. Dejar de ocultar lo inocultable. Hablar como confirmación de algo que se sentía ya en el aire. Hablar en el sentido de desocultar, desnudar, revelar. Por delicadeza perdí mi vida, dijo Rimbaud. A veces hay que dejar de lado la delicadeza y, sí, hablar.
L.
L.
sábado, 17 de marzo de 2012
Aniversario
El amor, cuando es amor, come panes desesperados. Sabe que nada es para siempre y se jacta de saberlo. El amor, cuando es amor, abreva en los jugos más agrios y también en los más dulces. Los amantes se ocultan en la secreta casa de la noche y en el lado oscuro de la cama. La fiesta es íntima. Es obscena. Dos invitados apenas. Sobre los cuerpos desnudos caen solitarias y mudas las hojas. El amor, cuando es amor, está en el mundo para olvidarse del mundo.
L.
viernes, 16 de marzo de 2012
Viernes
Escribo porque no entiendo. Porque no entiendo el viernes, por ejemplo, escribo acá. La pileta llena de platos sucios, la cama sin hacer, montañas de libros por todas partes, veinte páginas de un futuro ensayo abandonadas. Miedo a los días que siguen. Escondites. Día viernes. Misterio. Digo misterio porque no sé qué es. El pez está desnudo pero nadie dice nada. El pez, el caballo, la mujer. Mañana es sábado pero la frase no significa. Pasado es domingo. La pregunta por el sentido, sí, tan absurda y necesaria. Y ahora comienza el viaje de un largo día hacia la noche. La noche de hoy. Escribo porque no voy a entenderla. Como el viernes, como el sol, como todo lo demás.
L.
L.
Dudar de todo
Me dicen que el secreto de la felicidad consiste en vivir sin cuestionarse. ¿Sin cuestionarse qué? Todo. Los días que pasan de largo como líneas veloces, los amores que empiezan y terminan, los ventiladores de techo, la ropa interior, el sueño que tuvimos ayer, la impunidad, el sexo, el otoño, el mar, la política, el dolor, los besos en la boca. El secreto de la dicha eterna consistiría en pensar que todo eso existió siempre y seguirá hasta el infinito. La vida es así. Listo. A otra cosa. A no pensar. A no despertar nunca. Vivir durmiendo. Qué lindo. La música a todo volumen y a matar el tiempo antes que él nos mate. Pero, qué pena, sabemos que eso no es verdad. El que no se cuestiona vive, como los animales, aturdido por los pequeños ruidos y los más pequeños aconteceres. Y como no quiere pensar en nada se abruma por tonterías gigantescas. Los que se cuestionan todo, en cambio, aprenden a reírse del mundo; son más tolerantes, no desesperan, adoptan el pesimismo como una forma nueva de la alegría. Dudar de todo no nos hace más felices. Pero es, sin discusión, un principio básico de la existencia.
L.
jueves, 15 de marzo de 2012
Lo mejor viene de lejos
La mayoría de visitantes de este blog son extranjeros. Eso nos gusta y nos entusiasma. Porque pensamos, como tantos, que lo mejor está lejos. Y lo que está cerca, en fin, no interesa tanto. La vida está en otra parte, dice Kundera, y no es difícil entenderlo. Hay una fiesta, ahora, que se hace en Islanda o en Lisboa. Con seguridad la estamos perdiendo. Hay una orgía en Yucatán y una playa nudista en el caribe más lejano. Islas flotantes, pájaros y horizontes imposibles. Desde ahí llegan hasta acá los objetos voladores no identificados, los invisibles del blog siempre y nunca tan siempre bienvenidos al tren.
L.
L.
Te necesito
Solemos decirle a alguien algo así. Te necesito. La frase parece importante y por eso volvemos a decirla más fuerte. TE NECESITO. Pasa el tiempo, pasan los ríos y el viento, y descubrimos que podíamos vivir lo más bien sin ese alguien. Entonces reescribimos la frase. No te necesito. Comprendemos de paso que una persona no es un lavarropas o un auto. Es solamente una persona. A veces llevamos ese mecanismo a los divinos paisajes. Necesito el mar, decimos. Sólo el mar podrá curarme este dolor. Pero no necesitamos el mar. Nadie lo necesita en realidad. Quizás los barcos. Quizás los peces. Pero nadie más. Podemos vivir sin el mar por más hermoso que sea. Y en esa verdad parcial radica buena parte de la condición humana.
L.
L.
¿Fin de la utopía?
En estos días se cumple el 129 aniversario de la muerte de Carlos Marx, dos palabras cuya sola mención genera dolor de estómago en los podridos poderes del mundo. En nombre del combate a las ideas marxistas fueron torturadas y asesinadas millones de personas en casi todos los países. Generaciones enteras ofrendaron sus vidas para cristalizar la utopía de un mundo más justo. Los intentos que se hicieron por llevar la teoría a la práctica terminaron en un gran desastre. El estado obrero y campesino de Lenin acabó convertido primero en una inmensa y feroz burocracia, y luego, como ocurre en las naciones del este europeo, los soviets de ayer se trocaron en los millonarios y las mafias de hoy. Semejante derrumbe entusiasmó a los teóricos del capitalismo triunfante. No sólo decretaron la muerte del sueño libertario sino que se sintieron libres para aniquilar cualquier mínima expresión que tienda a cambiar la vida. La sociedad que preveía Marx está lejos de ser una realidad. Pero su penetración ha sido tran grande que todos, de una manera u otra, somos marxistas. Ese pensamiento ya forma parte de nuestra sangre intelectual y de nuestra sensibilidad moral. No desaparecerá la idea de una comunidad universal en la cual, por obra de la abolición de las clases sociales y el Estado, cese la dominación de los unos sobre los otros. Una sociedad donde la moral de la autoridad y el castigo sea remplazada por la responsabilidad personal. Sería un salto desde el reino de la necesidad al reino de la libertad. De no ser así el mundo se hundirá en una espiral de locura, individualismo y violencia demasiado parecida a la que estamos viviendo. El comunismo sigue esperando en el futuro su incumplida oportunidad.
L.
L.
Tachar
Pasamos la vida tachando palabras, personas, trabajos, proyectos, países, comunidades, perros, gatos, paisajes, bombachas y corpiños. Es fácil tachar. Alcanza un marcador grueso para descartar todas y cada una de las opciones molestas. Se diría que hay un goce erótico en la eliminación. Jacques Lacan, el célebre y estravagante continuador de Freud, también tachaba. Pero su caso es diferente y conviene detenerse en la cuestión. Lacan decía por ejemplo que ni la relación sexual ni el diálogo existen. Llegó a decir, en el colmo de la provocación y para escándalo de las feministas, que la mujer no existe. Pero las tachaduras de Lacan no eran completas como suelen serlo las nuestras. No anulaban. Se limitaban apenas a decir que ninguna cosa es toda la cosa, es decir, la mujer es no toda, el diálogo es no todo, la relación sexual es no toda y así con las demás situaciones. Las tachaduras de Lacan indican la incompletud de la existencia. ¿Habría que deprimirse por eso? De ninguna manera. Las barras de Lacan atacan apenas la idea de absoluto y rescatan lo incompleto para invitar a completarlo. Este objetivo, claro, nunca se realiza totalmente. Pero en el solo y sencillo acto de actuar siguiendo la ley del deseo radica el secreto último de la vida.
L.
miércoles, 14 de marzo de 2012
El día después
Las mujeres medianamente informadas saben que existe una cosa llamada pastilla del día después. No hace falta explicar demasiado la cuestión. Generalmente se acude a ese recurso luego de mantener algunos encuentros, digamos, riesgosos. La pastilla, como también se sabe, debe tomarse entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas posteriores a eso que por elegancia denominamos encuentro riesgoso. Y listo. Pensaba en la cuestión y se me ocurrió ampliar el tema a situaciones diversas. ¿Quién no se arrepiente de algo realizado en un estado de exaltación lírica? ¿Quién no desearía volver sobre sus pasos como queriendo borrar acciones del pasado y empezar de nuevo a vivir? Todos, en suma, necesitaríamos contar con una pastilla del día después. En especial esos que ayer, para decirlo con una bonita metáfora, se dejaron llevar por el puro entusiasmo y el discreto encanto de caminar sin más por la cornisa.
L.
L.
Ella es infiel como el ala de los pájaros infieles. Ella se encierra en sí misma y se convierte en mariposa. Ella se desnuda en el verano para volver a vestirse en pleno invierno. Es, como he dicho, tan infiel como el ala de los pájaros infieles. Pero la amo o creo que la amo.
Y eso es más que suficiente.
L.
Y eso es más que suficiente.
L.
Todo en orden
Se va el verano, llega el otoño, luego el invierno, la primavera, las fiestas, nuevamente el verano, la playa, vacaciones, pasear al perro, etcétera. ¿La pasaste bien? Sí, muy bien. ¿Hubo buen tiempo? Sí. Muy bueno. Llovió sólo una vez. Perfecto. Después del miércoles sigue el jueves. Después el viernes, fin de semana, lunes otra vez. El mismo trayecto en el mismo colectivo, el viejo chiste de oficina, las mismas piernas de mujer, buen día rivotril, feliz ibupirac, la tarde lenta, vertiginosa la noche y un poco de ejercicio antes de dormir. Suena un teléfono y deja de sonar. Hay sirenas de ambulancia en el ambiente. Alguna discusión, viaje en subte, celulares sin tregua. Gritos, dos lunares en la espalda, labios mayores y menores. Un libro abandonado en la página catorce. ¿Todo en orden? Sí. Todo en orden.
L.
L.
martes, 13 de marzo de 2012
Unión libre
Los poetas surrealistas, hombres casi todos, alababan algo que llamaban el poder eterno de la mujer. Tenían una visión ilimitada del amor erótico y existencial. Situaban el encuentro libre entre hombre y mujer en una especie de centro cósmico, físico y espiritual. La fe en el amor resiste y debe oponerse a las decepciones y fracasos. Eso decían. Suponían que perder esa esperanza era equivalente a cometer una falta grave. En la capacidad de entrega al otro u otra reside nuestra verdad esencial. André Breton, fundador del movimiento, defendía la unión libre de cualquier institución ajena a sus impulsos. Sostenía la idea de que los sexos sólo sobreviven en comunión. Y que miran su entorno siempre con miedo, es decir, con ojos de bosque eternamente amenazado por el hacha.
L.
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