No sé por qué me afectó tanto la matanza de dieciséis civiles afganos a manos del sargento estadounidense Robert Bales. Tanto me afectó que leí detalles sobre ese hombre capaz de asesinar a 16 niños, mujeres y ancianos. Leí con asombro que en Estados Unidos Bales es considerado un héroe de la patria. El hombre, de 38 años, ya había hecho hazañas similares en Irak. Había dicho entonces que eso es lo que diferencia al ser americano -son sus palabras- "de los malos". Bales ha sido internado en una base ultrasecreta del Pentágono donde difícilmente sea juzgado por la masacre cometida. Es entendible. El sargento Robert Bales pertenece al campo de los buenos, es decir, no habría motivo para que los buenos juzguen a otro bueno cuyo accionar representa, admitamos, a buena parte del pueblo estadounidense. El tema me llevó a otro que no puedo desarollar acá por razones de espacio. Eso de suponer que el mundo, la gente en general, se divide entre buenos y malos, puede dar lugar a situaciones irremediables como las vividas en la Argentina a partir de marzo de 1976 o, para no abundar, en el Holocausto o el gulag del padrecito Stalin. Buenos y malos. Lindos y feos. Gordos y flacos. Negros y blancos. Gente tóxica vs. gente no tóxica. Recordar, por favor, al sargento Robert Bales, un héroe de de la patria.
L.
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