Solemos decirle a alguien algo así. Te necesito. La frase parece importante y por eso volvemos a decirla más fuerte. TE NECESITO. Pasa el tiempo, pasan los ríos y el viento, y descubrimos que podíamos vivir lo más bien sin ese alguien. Entonces reescribimos la frase. No te necesito. Comprendemos de paso que una persona no es un lavarropas o un auto. Es solamente una persona. A veces llevamos ese mecanismo a los divinos paisajes. Necesito el mar, decimos. Sólo el mar podrá curarme este dolor. Pero no necesitamos el mar. Nadie lo necesita en realidad. Quizás los barcos. Quizás los peces. Pero nadie más. Podemos vivir sin el mar por más hermoso que sea. Y en esa verdad parcial radica buena parte de la condición humana.
L.
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