martes, 27 de marzo de 2012

La verdad

El infierno más temido del mundo es la verdad. ¿Qué verdad? Cualquiera. Aún la más inocente. La verdad política, la social, la sexual, la espiritual. Los esfuerzos que se hacen para combatirla son enormes y los resultados están a la vista. El mundo se está suicidando lentamente y el individuo, hombre o mujer, prefiere aplicar la ley del goce inmediato, o la religión en cualquiera de sus formas, con tal de no afrontar el deseo y sus inciertas consecuencias. Se insiste con eso aún sabiendo que, a la larga, la negación divina significará la autodestrucción del sujeto. Un ejemplo notable de lo que aquí se dice es la resistencia que despierta en todas partes el psicoanálisis de Freud y Lacan. Con tal de no iniciar ese difícil camino se elige la vía fácil. Diarios, revistas y canales de televisión exaltan como alternativa el valioso aporte de las neurociencias que, claro, son muy interesantes pero no resuelven el padecimiento personal. También se promueven con entusiasmo las terapias breves que tampoco resuelven nada pero son breves y con eso alcanza. Enfrentar el síntoma como enigma a resolver y buscar en él la verdad oculta es visto en cambio como un castigo. De ahí la mala fama del psicoanálisis en la actualidad. Hay, sin embargo, un dato inocultable. El camino analítico es uno de los pocos espacios vigentes en la sociedad que aún se ocupa del problema de la verdad. Más temprano que tarde no quedará, tal vez, ninguno. Veremos qué pasa entonces.
L.

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