Las mujeres medianamente informadas saben que existe una cosa llamada pastilla del día después. No hace falta explicar demasiado la cuestión. Generalmente se acude a ese recurso luego de mantener algunos encuentros, digamos, riesgosos. La pastilla, como también se sabe, debe tomarse entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas posteriores a eso que por elegancia denominamos encuentro riesgoso. Y listo. Pensaba en la cuestión y se me ocurrió ampliar el tema a situaciones diversas. ¿Quién no se arrepiente de algo realizado en un estado de exaltación lírica? ¿Quién no desearía volver sobre sus pasos como queriendo borrar acciones del pasado y empezar de nuevo a vivir? Todos, en suma, necesitaríamos contar con una pastilla del día después. En especial esos que ayer, para decirlo con una bonita metáfora, se dejaron llevar por el puro entusiasmo y el discreto encanto de caminar sin más por la cornisa.
L.
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