martes, 20 de marzo de 2012

Literatura y rebelión

Toda persona que escribe es rebelde. Dejando de lado a los que buscan fama, el escritor manifiesta indirectamente su rechazo a la vida tan como es. Este entredicho con la realidad es tal vez la secreta razón de ser del acto literario. La ficción es una mentira que esconde una profunda verdad. La de la vida que no fue, la de aquello que no ocurrió y que, justamente por eso, debió ser creado por la imaginación de alguien. El juego literario, sin embargo, no es inocuo. Quien mediante la lectura "vive" una gran ficción regresa a la vida más alerta y crítico frente a la opresión y la mediocridad. Por eso los gobiernos autoritarios de todas las épocas censuraron y prohibieron la ficción. La inquisición española, sin ir más lejos, desconfió de las ficciones y las sometió a estricta censura llegando al extremo de prohibirlas en todas las colonias americanas durante trescientos años. Después, desde Hitler a Videla, todas las dictaduras intentaron controlar o banalizar la literatura, el arte en general, poniéndole, como a los locos, la camisa de fuerza de la censura más férrea. 
L.

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