sábado, 29 de diciembre de 2012

Agendas viejas


No sé por qué se me ocurrió mirar agendas viejas. No sé por qué las guardo además. Como si sirvieran para algo. Como si tuvieran algún valor. En todas ellas encontré nombres que no querría volver a ver jamás. Números telefónicos que con seguridad no deben existir ni en la guía. Las agendas viejas se parecen a esos álbumes de fotos que se usaban antes de las cámaras digitales. Esos álbumes que uno miraba y se ponía a llorar antes de echarlos al fuego. Tanta gente que pasó por la vida de uno y ya no está más por una serie muy diversa de razones. Hay algo bueno sin embargo. A medida que las agendas se acercan al año 2013 los nombres y teléfonos son cada vez menos y más valiosos o imprescindibles. Se pasa por fin de la apariencia a la esencia. La vida, en definitiva, es un camino hacia la necesaria depuración en todos los sentidos imaginables. Miro la agenda del año inminente y compruebo con alegría que todas las páginas de teléfonos y direcciones están, por fin, casi vacías.
L.

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