jueves, 20 de diciembre de 2012
El sucio deseo
Para hablar de los amores de Kafka hay que hablar del lugar de la mujer en la vida y la obra del autor. Para él la mujer es sinónimo de diosa, puta, madre, factor de dispersión, interferencia. "El acto", escribió en una carta a Milena, sería un castigo por la felicidad de estar juntos. Amor también como resistencia a la muerte. Kafka ve en la mujer a la sirena, la seductora y devoradora. ¿Carne rasgada? Declarado enemigo del matrimonio como idea de felicidad, Kafka duda y hace de la duda su estandarte. "Sin ella no puedo vivir y con ella tampoco", resume en referencia a Felice Bauer, una de sus tantas novias. Los grandes amores de Kafka finalmente mueren por cansancio. Para el autor la pasión degrada y dignifica al mismo tiempo. El sucio deseo es juzgado como tal y el verbo amar se conjuga con deber, costumbre, sujeción, adecuación, convención, tradición o ajuste a un modelo. Si hubiera vivido unos años más, y no hubiese caído en un campo de concentración nazi como casi todas sus mujeres y familiares, Kafka no habría sido tan estricto. La prueba está en su último vínculo amoroso, Dora Diamant, con quien convivió feliz y hasta tenía planes de armar un restaurante donde la mujer cocinaría y él, Kafka, sería apenas un camarero de servicio.
L.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario