viernes, 21 de diciembre de 2012

Los desobedientes

Los desobedientes no salen bien parados de sus actos. Por lo general se los castiga, no aparecen en la tapa de los diarios, los vecinos hablan mal de ellos en las fiestas y no falta quien los tilde de sucios y políticamente incorrectos. Los desobedientes nadan contra la corriente. Lo hacen con la misma energía que los salmones cuando van a desovar en las fronteras de Alaska. Saben que en la tercera margen del río no hallarán tesoros ni sosiego. Pero, aún así, se defienden como pueden, avanzan a tientas y a ciegas, se resisten a lo que está con escasos y pobres recursos. Cristo desobedeció y lo crucificaron en el Gólgota. Ernesto Guevara desobedeció y fue asesinado a balazos en una escuelita boliviana. Milena Jásenská, la amante de Kafka, desobedeció en todo sentido y acabó sus días en un campo de concentración nazi. Los filósofos presocráticos, hace más de dos mil años, fueron en Grecia los primeros subversivos de Occidente. En los setenta unos treinta mil argentinos ofrendaron sus vidas por un país mejor pero sus cuerpos terminaron flotando sobre las aguas del mar y del río. En Colombia la cifra de inmolados y víctimas de la obediencia armada es incalculable. ¿Pero qué sería del mundo sin la luz estimulante y heroica de los desobedientes? 
L.

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