Me dice Lara, una joven y bonita compañera de oficina, que los intelectuales no son buenos amantes. Por si no se entendió. Lara habla del comportamiento sexual de los eruditos y académicos que suelen rodearla. Lo dice según su experiencia y según, también, lo que le contaron las amigas que pasaron por ese trance. Al parecer los escritores, ensayistas, docentes universitarios y varios etcéteras adoptan una actitud demasiado precavida y acaso muy hablada y más pensada. No se entregan, dice Lara que en realidad no se llama así. No sienten nada. Por decir algo le aconsejé que busque varones por otro lado, no sé, carnicerías, fábricas, barrios marginales, unidades básicas del peronismo. Pero ahí la chica puso freno. Tampoco la pavada, me dijo Lara que por estos tiempos está sola. A ella le gustaría un novio o compañero con quien poder conversar, compartir cosas, tener un mínimo de afinidad. Vos querés todo, le dije como para terminar la charla. Sí -admitió-. Quiero todo. ¿Y qué?
L.
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