Toda escritura es discontinua, erótica como un vestido que dejar ver sólo determinadas zonas en detrimento de otras. El acto de escribir se ejerce en lugares privados, secretos, a veces tan riesgosos y deseados como un encuentro sexual. La literatura erótica, si cabe esa calificación a manera de género, lo es porque necesariamente involucra la pasión sin nombre. Muestra y oculta. Dice y no dice. Nada es ahí lo que parece. No es raro que el solo acto de escribir -que hasta hace poco consistía exclusivamente en hacer fluir tinta sobre un papel en blanco- haya cobrado la significacion simbólica del coito.
L.
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