Una persona puede ser definida por aquello de lo que se escapa. Pero sea cual sea el disparador (el país, la lengua, la historia, el nombre, la tristeza) nadie puede caer del mundo tan fácilmente. La evasión marca un hueco en la línea, una ruptura, un desvío. El fugitivo también puede escapar de algo sin nombre, amenazante y próximo. Aventurarse en lejanías suele ser la salida habitual del prisionero de sí mismo. Una vez en camino el viajero entenderá que en ninguna parte hallará nada que no lleve consigo. Desde ese mismo descubrimiento Fernando Pessoa definió a la técnica del viaje como el tedio de lo eterno nuevo, es decir, una especie de maravilla constante y rutinaria que, con el tiempo, lleva al fracaso. Habrá que cambiar de técnica o dejar de huir de lo que jamás desaparece.
L.
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