Cambiar de pareja es, a veces, muy necesario. En ocasiones de trata de algo más urgente que ir al baño. Pero no es fácil. Uno se acostumbra a ciertos ritos. Uno piensa casi como el otro y los dos funcionan como seres afines. Lo más raro de cambiar de pareja es lo que pasa con los años. De pronto uno descubre que esa persona con la que llegó, al menos en apariencia, a la mayor intimidad, es una extraña completa. Peor que eso. Pasa a convertirse en un elemento indeseable. Es ahí cuando se impone cambiar de pareja o retomar la orgullosa soledad. Pero qué difícil acostumbrarse, generar nuevos ritos, empezar de nuevo y con ganas como la primera vez.
L.
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