martes, 10 de enero de 2012

El medio es el mensaje



Hago la cola, perdón, la fila, para pagar una cuenta de luz en rapipago. Es un lugar de esos donde uno se ahorra de ir al banco y hace el trámite más fácil. Pago fácil le dicen también. Delante mío una chica bonita, lindo escote, formas redondeadas, etcétera, lee un libro, quiero decir, el párrafo de un libro. De curioso nomás veo el título. El arte de amar, Erich Fromm, un clásico de los sesenta. La chica había empezado a leer el párrafo superior izquierdo. Yo estaba muerto de calor. La miraba para no pensar en eso. El calor. De pronto suena su celular. Cierra el libro. Abre la cartera. Saca el aparato. Es una amiga. Lo veo por encima del hombro delicado de la joven. Ella contesta. La amiga también lo hace y así están un buen rato. La cola, perdón, la fila, es larga. La joven vuelve a introducir el celular en la cartera, rescata nuevamente el arte de amar, lee como mucho dos líneas. Suena de nuevo el celular. La cartera. Otra ola de mensajitos de ida y vuelta. Después, ya que está, mira otros sectores del blackberry. La fila avanza lento pero avanza. Libro. Celular. Teclas. La niña bonita pudo haber leído un capítulo entero del libro. O al menos cinco líneas enteras. Pudo saber algo sobre la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Aprender sobre sexualidad, que para eso está su cuerpo esbelto, en fin, un montón de cosas. Pero el celular se metió en su vida y hasta entre sus piernas para siempre. Los genios que me rodean, los razonables, me dicen que las prótesis electrónicas son una herramienta más, que todo depende del buen uso y demás. No lo veo así. Los celulares, las mal llamadas redes sociales y otros ruidos en la señal, llegaron para producir la gran interrupción. Y lo han logrado. Saludos entonces a Movistar y felicitaciones a Claro. 
L.

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