miércoles, 4 de enero de 2012

Nacimientos



Yo nací a los dieciocho años; 18 años después de haber nacido. Fue entonces, durante un viaje al sur del norte, que me vi al espejo por primera vez. Desde el vidrio esmerilado la cara de un desconocido me observaba. Mi segundo nacimiento se produjo mucho después. Fue, si no me equivoco, para 2001. En las calles la gente pedía que se vayan todos y no quede ni un solo. Fue hermoso mientras duró. Nadie se fue. Yo estaba solo entonces. O creía que lo estaba. En tales circunstancias se produjo el segundo nacimiento, es decir, eso que llamo el accidente o, también, el acontecimiento. Esa vez no hubo espejo sino vidrios rotos. Lo demás puede imaginarse. Importan los cambios y no la causa. Nadie piensa en la raíz, o en la tumba, cuando huele un ramo de jazmines. El tercer nacimiento se produjo hace tres años. Se lo debo a un cataclismo registrado en las montañas de Colombia. Prefiero evitar detalles porque de todos modos no serían entendidos. Si fuera un gato me quedarían cuatro vidas aún. Pero no lo veo así. Dentro de un mismo día hay infinidad de muertes y nacimientos. No todo es orgasmo en la cama del mundo. El plan no consiste en subir escaleras y llegar a alguna parte. No hay etapas ni hechos ni objetivos a alcanzar. La vida se reduce a un desierto. Y donde se ponen los pies desaparecen los caminos.
L. 

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