miércoles, 4 de enero de 2012

Muertes



Mi primera muerte ocurrió cuando se derrumbó la revolución social considerada como hecho natural y necesario. No fue ni es así. El alma humana no tiende "naturalmente" a una sociedad sin explotadores ni explotados. Al contrario. El hombre es lobo del hombre más allá de saludables o idealizadas excepciones. Mi ruptura con el comunismo me llevó a romper también con mi primera mujer y después con la segunda. La otra gran muerte ocurrió cuando una chica muy joven de la que me había enamorado de manera casi enfermiza me dejó luego de tres años de relación. Después de eso pensé en matarme. Pero cuando consideré la posibilidad seriamente me pareció una linda broma. La niña se fue pero sin querer me llevó de la mano a mi novia actual. No son tan distintas en realidad. Razonables, tranquilas, mágicas en el mejor sentido. La de hoy, además, es colombiana. La muerte más reciente fue la de mi madre. Eso pasó en noviembre y determinó también la extinción de una parte viva en mí. Hoy arrastro a los muertos de mi felicidad -diría Silvio- como un barco de esos que esperan turno para entrar al puerto. Cuidado con eso. El puerto es la muerte de todos los barcos.
L.  

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