Después de tantas muertes y decepciones me salvé por la escritura. No lo digo como jactancia y mucho menos como un acto de amor por la literatura o las publicaciones de cualquier tipo. No es eso. Escribo y ese acto potente me ayuda a ir drenando, como los ríos, un montón de troncos largos y oscuros. Antes de antes publiqué libros de prosa poética y relatos breves (Malos Poetas y La Carne entre ellos) hasta que una "tragedia" amorosa fructificó en obra. Vino entonces mi ensayo Lo inalcanzable (las mujeres en la vida de Kafka, Pessoa y Pavese), luego El silencio (lo invisible en la vida y el arte), los dos publicados por la editorial Capital Intelectual. Lo inalcanzable fue consagrado primer finalista en un concurso prestigioso. Ahora, ayer, empecé a escribir un tercer ensayo cuyo tema no voy a difundir por cábala o miedo al plagio. Me llevará un año o dos terminarlo y con él concluirá la trilogía de mundos inalcanzables, mudez buscada u obligada y pensamiento vivo (el último). Resucitar no es difícil si se tiene curiosidad por el mundo así resulte fastidioso por momentos. Y eso me sobra como puede verse también en este blog. Podría hablar también de mi condición de maestro pero se trata de algo ya incorporado. La escritura siempre es nueva. Ahí está el salvavidas o resurrección principal.
L.
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