Los hombres del paleolítico tenían la insoportable levedad y tentación de orinar sobre el fuego. Se sentían realizados cuando comprobaban que el chorro de pis podía vencer la fuerza imbatible de las llamas, es decir, de la primera conquista cultural de la humanidad. Cuando se enteró de eso Freud sacó una interesante conclusión. La civilización, escribió, depende más que nada de la renuncia al goce. El primer hombre que se privó del placer de apagar las llamas meando sobre ellas pudo salvar el fuego y someterlo a su voluntad. Cuidar el fuego es una metáfora clave de la vida. Sus alcances son prácticamente infinitos. Todo nos impulsa a arruinar la fogata y orinar sobre ella. Pero si nos privamos de ese orgasmo estaremos en condiciones de asegurar muchas cosas fundamentales. Ese "muchas cosas" incluye el amor, el trabajo, los proyectos, la pareja, la vida, el mundo.
L.
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