Dice la lluvia que no debemos temer, ya, más nada. Dice la lluvia que debemos dejarnos atravesar sin queja por las gotas. Dice que son flechas desechas que caen como esperma en el desnudo rostro del futuro. Dice la lluvia que el cielo no es mudo como se pensaba hasta ahora. Los ángeles se convierten de pronto en fabulosos orinadores de felicidad. El chorro es perfumado, multiplicado y brillante. La tormenta no hace daño. Al contrario. Ilumina el día con una promesa húmeda. Dice la lluvia que todo, incluso aquello, puede cambiar.
L.
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