La vida es una invención. Cada día lo es. Cada gesto. Cada palabra pronunciada con miedo o con deseo. Sería lindo pensar que otros, los que saben, guían nuestros pasos. También aliviaría suponer que existe una única manera de vivir, una especie de mandato inamovible o genético que debemos obedecer en todos y cada uno de sus rasgos. Pero no. La vida es pura invención. Está en nuestras manos hacer algo con ella o no hacer nada. La responsabilidad es grande y difícil de eludir. Si aún así lo hacemos, es decir, si miramos para otro lado y dejamos que nos arrastren por las calles como si fuéramos inválidos, bueno, habrá que hacerse cargo de la grave decisión. Uno puede hacer con su vida lo que quiera. Pero hagamos lo que hagamos debemos estar dispuestos a pagar por ello.
L.
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