Tantas leguas y lenguas recorridas, tantos cuernos y cuerpos cocinados al vacío, tantos peces mudos y desnudos. Una montaña de horas y demoras convertidas en volcán, y, tras la erupción inevitable, un río de esperma o lava cubre los desiertos del mundo y los fecunda. Los baña. ¿Qué hacer con tanto resto si ya no quedan rastros? Tantas bocas besadas, violadas y olvidadas, un olor a naranjas podridas, el miedo, el falso brillo de la primera vez. La tentación de recordar no es tan fuerte como la de dejar caer. Quien no olvida a su primer amor jamás conocerá al último. Tantas lenguas y leguas hicieron falta para aprender lo simple y verdadero. Tantos cuerpos y palabras que parecían decir algo. Hemos hecho y deshecho. ¿Quedaron sueños en la red? Nada por aquí/menos por allá. ¿Echarse a andar nuevamente como si nada hubiera ocurrido? ¿Saltar desde uno mismo hacia los otros y lo otro? ¿Recluirse para siempre? Ningún país cura la angustia. Y donde se ponen los pies desaparecen los caminos.
L.
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