viernes, 2 de marzo de 2012
Mujeres abandonadas
Dos amigas del barrio -la chica del lavadero y una bióloga que además es docente- acaban de ser abandonadas o algo parecido por sus respectivas parejas. Los casos no son comparables. La chica del lavadero estaba en relación con un separado y padre de dos hijos. Con él pudo pasar días felices, con un humor constante que no se detenía en la cama. Pero el hombre, qué pena, volvió con su mujer anterior y la chica del lavadero llora en silencio. Cuando nadie la ve. La bióloga salía con un músico muy culto, con auto, casa propia y una separación reciente. El chico acaba de tomarse un año sabático para viajar un año por el sudeste asiático. Ni la llamó para despedirse. Nunca la llamó en realidad. Siempre fue ella, mi amiga, la que le proponía algún programa. Ni siquiera gozaba con él sexualmente. Pero estaba y está, pese a todo, muy enamorada. Las dos coinciden en un punto. Les duele estar solas. Le temen a la falta de compañía. Ven en la pareja una especie de caño aliviador, un paracaídas o algo así. Las dos están sombrías y, si ven una flor, cruzan a la vereda de enfrente. No sé qué decirles. También los hombres somos abandonados a veces. ¿Qué hacer en tales casos? Nada. Atravesar el duelo. Saber que el otro no se llevó todo y que ocuparse de uno, crecer como personas, es, siempre, lo principal.
L.
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