Para ilustrar la presencia humana en la línea del tiempo podemos pensar la vida de la tierra a partir de la formación del planeta en una semana, es decir, en los siete días narrados por la Biblia. Aceptando esa medida, por arbitraria que resulte, nosotros apareceríamos apenas once minutos antes de la medianoche del domingo. Y la historia escrita se impondría en menos de un segundo antes de la medianoche. En pocas horas más los dos acontecimientos se tradujeron en una acción depredadora inimaginable. Exterminamos a millones de humanos por ser negros, judíos, árabes o comunistas. Aniquilamos animales, especies vegetales y minerales. En poquísimos instantes contaminamos los siete mares y los diez mil ríos. En milésimas de segundo fundamos el doble discurso, la hipocresía y un circuito de violencia interminable. Es cierto que en ese brevísimo tiempo inventamos también la música, la Capilla Sixtina, el amor e innumerables obras de arte. Todo es tan reciente que da miedo. Volver atrás ya no podemos. ¿Será posible aún volver hacia adelante?
L.
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