viernes, 9 de marzo de 2012

Pintura fresca

La chica del lavadero, que además es mi amiga, está pasando una mala época. La dejó un novio que tenía. Al parecer el hombre volvió con su ex mujer, quien, además, es la madre de dos hijos que tuvieron juntos. Ella supo lo del probable replay mirando un día el celular de su novio. Aprovechó un momento en que el hombre se bañaba y leyó algo que no debió leer. O sí. Nunca se sabe. Salvo tal o cual variante la historia se parece a muchas. El mensaje de texto aludía a cierto desayuno compartido en donde el novio de la chica del lavadero y su ex la pasaron "muy bien". La chica del lavadero sufrió y sufre por lo ocurrido. Sus amigas la invitan a fiestas "para que se ponga bien". Una noche hasta la llevaron al Golden para ver un espectáculo de stripers. De poco sirvió. Algunos clientes del lavadero tratan de levantársela con el mismo argumento de las amigas. No me gusta que estés mal, le dijo uno. Vamos a bailar. Vamos a cenar. Pero la chica del lavadero, con quien acabo de salir de caminata aeróbica, quiere estar mal, necesita estarlo, no quiere salir de un estado que hasta le provoca placer. Adhiero totalmente a su actitud. Esa idea de alejar a una persona de un problema como forma de solución no resulta. Un conflicto, cualquiera que sea, se resuelve atravesándolo y jamás eludiéndolo o disfrazándolo con una sonrisa de plástico. Con el calor la pintura fresca se derrite.
L.

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