Entre tanta practicidad, habilidad y proactividad, sumergidos como estamos en un mundo inmundo donde lo único valioso es lo valioso, es decir, lo que deja réditos, lo útil, lo necesario, lo que se vincula a un claro objetivo, tanta falta hacen esos gestos que no sirven para nada, esos poemas, los besos porque sí, la caricia lenta que sigue la curva de un seno o una nuca, lo improductivo y absurdo, música porque sí, música vana, banal, hecha y desecha como el último abrazo en la estación un poco antes, sí, del incendio.
L.
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