sábado, 1 de diciembre de 2012

La voluntad

La voluntad de ser esto o aquello no alcanza para que el objetivo se cumpla. El pensamiento positivo, la obligación del optimismo, la terapia de la risa y otros simpáticos recursos de la autoayuda no solucionan nada. Funcionan apenas como eslóganes publicitarios de muy corto alcance. La disposición a hacer cualquier cosa suele nacer en cambio de un deseo genuino. Jamás de un mandato. Menos aún de la presión social o familiar. El deseo tiene sus tiempos y leyes; sus extraños caminos. Pero el día llega tarde o temprano. Llega la hora para todos y eso no depende ya de la voluntad sino de algo misterioso que de pronto asoma y se despliega por dentro y por fuera de una manera asombrosa. Raramente estamos preparados para digerir el gran acontecimiento que se anuncia. Pero de pronto el viento empieza a soplar no se sabe de dónde y nos empuja en una dirección por lo general inesperada que inicialmente hasta genera rechazo. Llevados a semejante situación lo ideal sería dejarse arrastrar y agotar la nueva experiencia por más pobre y limitada que parezca. Sentir es estar distraído, dice o decía el poeta. Y conviene hacerle caso por ejemplo hoy, lunes, un día poblado de raros espejismos.
L.  

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