jueves, 31 de julio de 2014

Demasiado fácil

Era demasiado fácil amarla en los bosques entre caminos sembrados de raíces largas y negras. Tan sencillo tocarla en la orilla del lago parecido a un mar, saltando ramas que crujían como puertas de películas de miedo, perdiéndose incluso y temblando de frío. No había que esforzarse mucho para besarla y olerla con especial dedicación en semejante contexto interrumpido a veces por un zorro de ojos temibles y ligeramente achinados. O, también, oyendo caer del cielo alaridos desesperados de águilas hambrientas o locas, extraviados los dos a pesar de las cañas amarillas que iluminaban todo. Tan fácil era amarse en los bosques maltratados por el viento. Sin veneno en los cuerpos y hacerlo antes, un poco antes de que el río inundara el mundo hasta disolverlo como terrón de azúcar en el agua.
L.

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