martes, 22 de julio de 2014

Diez días de felicidad


No sé por qué recuerdo ahora a los jóvenes rebeldes del Mayo Francés. No creo que sea nostalgia porque no estuve en París en 1968. Tampoco un acto de reivindicación revolucionaria ya que el episodio duró apenas diez días -a lo sumo quince o veinte- y posteriormente no se registraron cambios de fondo ni en la educación ni en la sociedad. Los universitarios parisinos tomaron las universidades, tomaron también la palabra en los muros a los fines de denunciar el descalabro de un sistema de vida que destruía la vida. Los chicos y chicas del Mayo Francés pintaron las paredes de la ciudad con frases que luego se hicieron célebres como prohibido prohibir o seamos realistas pidamos lo imposible. Pensándolo bien este recuerdo puede ser visto como nostalgia de algo no vivido. O de un tiempo donde la idea de cambiar el mundo no parecía descabellada. La casa se quema la abuela se peina. Desabróchense el cerebro tantas veces como la bragueta. Es preferible un final espantoso que un espanto sin fin. Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre. Mayo Francés. Diez días de felicidad. 
L.  

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