La cantidad de parejas rotas o a punto de que me rodea es impresionante. La frustración amorosa tan generalizada debería llevar a pensar al menos un poco, un rato, en la cuestión. Las técnicas más usuales para buscar y encontrar la felicidad (viajar, tener hijos, practicar deportes, consumir drogas o visitar shoppings, la religión, el sexo, el fernet con coca, las redes sociales, el ruido en todas sus variantes, los celulares o la televisión) ya demostraron su fracaso. No funcionan. Quedaría el amor, claro. Qué duda cabe. El amor es la fuente primigenia de los momentos felices. Sin embargo también eso está en duda. El amor produce instantes encantadores pero a la vez es causa probada de inenarrables sufrimientos. Si lo que se busca es la felicidad, entonces, habrá que cambiar de técnica o de vía. No estoy en condiciones, ahora, de proponer caminos alternativos. Quizás habría que abandonar los atajos y dedicarse por fin al crecimiento personal de cada cual. Eso exige escuchar la voz divina del deseo y actuar en consecuencia lo antes posible.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario