miércoles, 31 de octubre de 2012


Un mundo feliz

Fahrenehit 451, la clásica novela de Ray Bradbury, debería ser lectura obligatoria para todos. Aquí, allá y en todas partes. Para todos. Y no porque en ese libro se hable de cosas raras, divertidas o edificantes. Nada de eso. Escrita en los años cincuenta del siglo pasado Fahrenheit anticipa el mundo en que vivimos con tanta precisión que asusta. En el planeta imaginado por el autor de Crónicas Marcianas la gente ya no habla entre sí, las personas se anulan como tales, los libros están prohibidos y la melancolía es vista desde el poder flamígero como la mayor desgracia. Brradbury se rebela contra ese clima enrarecido y dominado por un dios llamado celular, descubre la lectura y huye casi como si fuera un revolucionario de los setenta. De haber vivido en la Argentina de aquellos años el bombero protagonista hoy sería un desaparecido más. Fahrenheit 451. La novela de nuestro tiempo. Lectura obligatoria para todos y cada uno.
L.

Del cielo se cayó


El buzo


Soy un pez imperfecto, duro, complicado. Mi piel está cubierta de escamas rarísimas. Escafandra, aletas, plomo, casco, guantes, visor, tanque, chaleco, manómetro, regulador. Para ser pez hay que ponerse una armadura. Desde la plataforma de un barco, con el gesto desaprensivo del paracaidista o el suicida, doy un paso hacia el abismo. Me encomiendo a la diosa del mar y pienso. Algo tiene que haber allá abajo así como hay una mujer desnuda debajo de la ropa de cualquier mujer. La tapa del océano se rompe en mil pedazos. No sé si estoy en el aire o en el agua. Veo por fin las joyas que escondía el cofre. Burbujas de silencio en el desierto de los ruidos. El olvidado reino de la delicadeza. La música que empieza donde terminan las órdenes. Ahora miro el mar con ojos de pez imperfecto, duro, complicado, pero libre, acaso, por primera vez.
L.

Lo alcanzable

Nada es alcanzable por completo. Esa imposibilidad encierra un drama y a su vez una secreta felicidad. Si todo llega, digamos, hasta la mitad, quedará siempre la otra mitad para alcanzar o recorrer o soñar o inventar. Los consumistas se ilusionan con objetos adquiridos a buen precio. Pero la ilusión dura poco y la decepción consiguiente requiere de nuevos y más nuevos objetos de humo y consumo. Algo parecido pasa con los hombres que se jactan de haber poseído a una mujer dado que entraron unos pocos instantes en una zona limitada de su cuerpo. Con el tiempo aprenderán que nadie puede poseer a nadie. No totalmente al menos.  Toda conquista es parcial y toda vida, como bien se sabe, es un mientras tanto de duración variable. ¿Qué hacer entonces? ¿Vivir solamente de imposibles? Lo incompleto, como se ha sugerido, es alcanzable sólo en su condición incompleta. Ahí está el drama. La felicidad secreta de la fábula consiste en el permanente estímulo que se esconde entre lo que se tiene y el deseo, nunca satisfecho, de tenerlo todo.
L. 

Lo inalcanzable


martes, 30 de octubre de 2012

Elogio de la sombra

Hay un libro de Tanisaki que se llama exactamente así. Elogio de la sombra. La idea no gusta en Occidente donde todo, hasta las bombas, está hecho de luz y provoca el aplauso del querido público. En esta parte del mundo decir que hay sombras en un cuadro supone indicar que algo desentona casi tanto como un lunar en la cara blanca y hermosa de una japonesa. La sombra, percibida en el cuadro de la vida, estará compuesta por la muerte, el sufrimiento, la enfermedad, la guerra, la injusticia, etcétera. Pero todo artista sabe, también, que hacen falta sombras en los cuadros para percibir la luz. De no ser por ellas no veríamos los colores ni podríamos admirarlos. De igual modo sin el sufrimiento y la enfermedad, sin la guerra y la muerte, no sabríamos qué es el bien, la salud, la paz, la vida. De acuerdo. Elogio de la sombra. Pero, por favor, sin exagerar.
L.

Los que hoy te rechazan

Los que hoy te rechazan con una sonrisa burlona van a necesitarte mañana. Van a necesitarte y mucho mañana, claro, pero ahora no lo saben. Y porque no lo saben esos que hoy te rechazan sonríen triunfadores y creen, pobres, que las tienen todas de su lado. Para ellos, hoy, sos menos que una mosca enferma. Mucho menos que una pequeña hormiga. Pueden aplastarte si quieren con un diario doblado o directamente con el dedo. Pero mañana van a arrodillarse pidiéndote salvación. Con los ojos bañados en lágrimas pedirán que los salves, ellos, los que hoy te rechazan con sonrisa burlona y satisfecha. No falta mucho. Mañana o pasado mañana dirán las palabras que hoy callan como parte de una jactancia inútil y pasajera.
L.

Eros y cuerpo

No hay relación sexual. Cuando los analistas lacanianos formulan ese axioma del maestro no significa que ignoren el encuentro amoroso y efectivo entre el hombre y la mujer (o entre personas del mismo sexo). El famoso lema de Lacan enuncia esa no relación para contraponerse a la generalizada idea según la cual en cierto momento culminante del coito los dos cuerpos se fusionan de tal manera que pasan a ser una especie de llama única y ardiente. Lacan simplemente se rebela contra esa idea. Lo de la fusión total y completa, además, viene del mito de Aristófanes y figura en El banquete de Platón. ¿Cómo goza la pareja entonces? Imposible saberlo. Sí se sabe que una mujer disfruta de una manera diferente a la del hombre. Los dos cuerpos no pueden hacer uno ya que hay una divergencia notoria en el acto sexual. En la cópula lo que está en juego es la relación de un cuerpo con una parte del cuerpo del otro. Lo dice más claramente Sade en Juliette. Prestadme señora la parte de vuestro cuerpo que pueda satisfacerme un instante y gozad, si os place, de la parte del mío que pueda seros agradable. La traducción es aparatosa y antigua pero la idea, creo, se entiende igual.
L.

Eros y danza



Eros y sabiduría

La filosofía se define primero como amor a la sabiduría. Dicho de otro modo. Debe comenzarse amando el conocimiento antes de acceder a él. ¿Acaso no pasa lo mismo con las parejas iniciales? Primero amamos al otro aunque se sepamos bien por qué ni para qué. Luego tratamos de entenderlo o conocerlo. Podemos asombrarnos por el hecho de no comprender a ese ser con el cual alcanzamos la mayor intimidad. Podemos sufrir por ello o disfrutarlo. La filosofía no comprende sino en la medida que ama. Amamos para comprender. Si queremos alcanzar la verdad primero deberíamos desearla. Y luego, sí, abrazarla casi con desesperación. En cambio, cuando el saber sacrifica todo a la irresponsabilidad social y colectiva, los hombres rechazan la verdad con una pasión descontrolada. La niegan o la desfiguran y, en tal caso, prefieren encumbrar a la diosa mentira, oscura y triste reina de los tiempos.
L.

lunes, 29 de octubre de 2012

El problema del otro


Todo descubrimiento que hacemos de un otro suele ser problemático. ¿Podemos realmente conocer a alguien? ¿Y hasta dónde? ¿Y cómo? Uno puede visualizar a los otros en uno mismo. Uno puede darse cuenta de que no conformamos una sustancia homogénea. Uno puede extrañar a uno mismo en los otros y, por eso, rechazar lo que vemos en ellos como extraño, raro, molesto. También podemos ver al otro como un equipo al que no pertenecemos o porque no nos incluye o porque no le damos lugar entre nosotros. Las mujeres son otras para los hombres, los ricos para los pobres, los locos para los "normales", los que están lejos respecto a los que están cerca, los negros para los blancos y todo así. A veces, después de tantas vueltas, llegamos a la conclusión de que el conocimiento de uno mismo pasa por el conocimiento a fondo de los otros. Pero semejante revelación se produce, qué pena, cuando ya es demasiado tarde para todo.
L.

¿Y si de pronto suena?


Veo un documental que transcurre en las montañas lejanas del Cáucaso. Eso queda a orillas del lejano mar Caspio en lo que hoy es la lejana república de Georgia, ex y lejana Unión Soviética. El tema es la muerte. Por lo que vi los familiares de los difuntos de Georgia entierran a sus deudos con casi todos los elementos que los acompañaron en vida, a saber, el celular, las medias, la ropa interior, previamente lavada, libros si leía, televisor si el muerto usaba, etcétera. Tengo entendido que algo muy parecido se hacía en el lejano Egipto con los faraones en las pirámides y se sigue haciendo en el no tan lejano México y hasta en la provincia argentina de Jujuy, en el lejano norte del país, donde la idea de muerte no es mal vista y está ligada a un viaje dirigido sin escalas hacia un mundo lleno de luz. Al parecer los que han perdido la vida en México, donde la muerte es motivo de grandes fiestas, suben al cielo en una escalera compuesta de lágrimas. Me asombra en especial el curioso dato, proveniente de Georgia, de enterrar a los muertos junto al celular que utilizaban. ¿Y si de pronto suena en medio de la noche?
L.

Un adiós inteligente


Lunes otra vez


Le digo a Paula que ya es hora de levantarse. Le cuento que llueve. Le ofrezco un mate pero todo es inútil. Quisiera dormir el día entero, alcanza a decir Paula mientras abro la canilla de la ducha y trato de adelantar los trámites. Lunes otra vez. Clases, viajes al centro, buen día señora, buen día doctor, ¿seguirá lloviendo? Quisiera dormir el día entero, insiste Paula y dejo por fin de molestarla. También yo, le digo saliendo o muriendo desde la burbuja bruja de la ducha.
L.

domingo, 28 de octubre de 2012

Dos días en la vida


Elogio del sentido práctico


No habría que subestimar el sentido práctico en nombre de la refinada cultura. Es conocida la historia del presocrático Tales de Mileto que por mirar el cielo nocturno cayó a un pozo. Marcel Proust, el escritor, era incapaz de cambiar las condiciones concretas de su vida. Eso siguió siendo así cuando estuvieron a punto de aplastarlo. Los intelectuales deberían aprender a cambiar cueritos de las canillas, serruchar maderas, cocinar al menos un pastel de papas, usar correctamente los preservativos y los cables. Walter Benjamin tuvo, además de mala suerte, una gran incapacidad para hacer cálculos certeros sobre las mejores opciones para su vida. Nunca fue capaz de moverse entre la gente común o sus enemigos. Ni siquiera cuando las adversidades de la vida exterior lo cercaron como lo haría una manada de lobos. No hay nada de malo en observar el alto cielo...siempre que los pies permanezcan firmes en la tierra.
L.

Victoria póstuma

La diosa fortuna, o la fama que es algo parecido, presenta entre sus variantes una especie rara y conocida como victoria póstuma. Aquel que se decidió por el máximo rigor creativo está muerto para los otros. ¿Por qué? Porque su talento no está en venta. La fama póstuma es tan inútil como anticomercial. Los ejemplos de mentes superiores que triunfaron después del último suspiro son tantos que impresiona. Alcanza mencionar a Kafka, a Benjamin, a Pessoa, a Van Gogh. El mundo habría sido muy diferente si hubiesen sido victoriosos en vida quienes alcanzaron el triunfo en la muerte. Pero la fama póstuma de algunos resulta de algún modo inevitable. Es un valor que pertenece a los inclasificables. A los únicos. Los innumerables intentos que se han hecho por escribir "estilo Kafka" o "estilo Pessoa", por ejemplo, fracasaron todos. Apenas sirvieron para resaltar el carácter único de los grandes. Es esa originalidad absoluta para la que no cabe rastrear ningún predecesor y que no tolera seguidores ni siquiera entre los mejores representantes de la raza.
L.

sábado, 27 de octubre de 2012

La pareja


En tiempos remotos y colmados de esperanza pocos hombres decían mi mujer, mi novia o mi esposa al hablar de su pareja. Los hombres, en tiempos ya superados, decían mi compañera. También las mujeres, por lo menos algunas, desechaban cosas como mi marido, mi novio o mi esposo. Decían mi compañero. No era sólo una cuestión de lenguaje. En esos tiempos idos la idea de pareja se emparentaba con una especie de navegación de a dos, compañero y compañera, que mutuamente se acompañaban en la tarea de estar solos y que en vez de mirarse todo el tiempo a los ojos miraban, si puede decirse, en un mismo sentido. Con esto último se aludía a un futuro venturoso, más justo, más solidario, más feliz no sólo para algunos sino para todos o casi todos los pobladores del planeta. La meta, acaso muy ambiciosa, no se concretó. Pero todavía quedan flotando las palabras sobre un río por donde, también todavía y aún, corre el agua. La pareja, hoy y siempre, puede ser comparada con una canoa en rara deriva. O con dos flores que deciden crecer y marchitarse juntas. O con un puente entre dos seres autónomos pero decididos a compartir juntos el dolor y la delicia de estar vivos.
L.

El sueño


Dormidos y despiertos

Los mayas que aún sobreviven en Guatemala dividen a la población del mundo entre dormidos y despiertos. Dormidos son los indiferentes a la gradual pero cierta destrucción del planeta. Son, también, los que se entregan alegremente al consumo y a eso que llaman felicidad. O los que admiten guerras donde los hombres se matan entre sí como si fuera un deporte. Los despiertos, en cambio, no son negadores ni violentos. Prefieren vivir en la verdad y cuidan el medioambiente hasta donde les sea posible en las actuales condiciones. Los despiertos defienden la idea de preservar la humanidad concebida como hermandad y no como un campo de batalla y egoísmo. Los dormidos se creen inmortales. Para los mayas que aún sobreviven en Guatemala los despiertos aceptan la muerte pero no la ven como el fin de todas las cosas sino como el cierre de un ciclo y un posterior renacimiento. De ahí que la tan difundida "profecía de los mayas" no sea más que una estafa rápidamente consumida por los eternos ignorantes... a falta de algo mejor.
L.

viernes, 26 de octubre de 2012

El mundo que viene


Todo parece indicar que se aproxima un mundo feliz. No habrá guerras sino celulares y computadoras adheridas a la piel. Habrá comidas rápidas y super-rápidas. En caso de terrorismo bastará a los gobernantes apretar un botón y acabarán con el problema por vía virtual. Ya no habrá cines ni libros ni amor. Pero la familia seguirá siendo la célula básica de la sociedad. No habrá pobres dado que habrán sido exterminados. Las iglesias seguirán abiertas al igual que los prostíbulos. Un mundo feliz. Ya no habrá diarios porque la informacion circulará por medios más modernos. Ninguna pasión pero mucha alegría a nivel global. Se acabarán las culturas singulares y se pasará a una cultura única, un pensamiento único, una tragedia única. Nadie va a morirse en el mundo que viene. En los cementerios construirán parques de juegos. Los hoteles de citas serán convertidos en call centers de amplio espectro. El sexo no requerirá del encuentro de los cuerpos. No habrá cuerpos en el mundo que viene. La felicidad y el consumo serán sinónimos. Un mundo feliz y un solo problema, menor, sin resolver. No habrá una sola gota de agua para beber.
L.

Soledades


Grusswillis, mi gato, se queda solo cuando salgo. Pasó también hoy, a la mañana, y me dio qué pena ese animal. Sé, de todos modos, que don gato sabrá qué hacer con esas horas. Se estirará quizás como un gusano, abrirá los párpados a medias, subirá a los techos para ver qué pasa, tomará agua con los veloces movimientos de su lengua, comerá algo, soñará, quizás, con la siamesa que alguna vez amó. Su dueño, o sea yo, es tan solitario como él. Debe tratarse de un mutuo aprendizaje, o, quién sabe, de una identificación. Los dos perdimos ya dos vidas. Y a los dos nos quedan cinco. Los dos no creemos en nada ni en nadie. No puedo dejar de pensar ahora en Grusswillis, tan solo en la casa y en el mundo. Me pregunto si mi gato no estará pensando lo mismo de mí. Por suerte no es dado al sentimentalismo barato. Lo más probable es que olvide rápidamente mi situación y se rasque las uñas contra la vieja escalera, o ataque sin éxito a una polilla, o se apoltrone en el sillón de la sala y vuelva a preguntarse, como siempre, por el sentido o el absurdo de esta vida.  
L.

Altares

Se levantan demasiados altares para dioses carentes de barba y de verbo. Las víctimas respetan acaso demasiado a los victimarios. Creen que un hombre merece respeto sólo porque es capaz de reprimir, torturar, matar, violar, viajar por el mundo con corona de rey en la cabeza calva y desolada. Los humillados suponen a veces que quienes los obligan penosamente a arrodillarse son seres dotados de un encanto especial. Los oprimidos, sin embargo, deberían mirar las cosas con sentido práctico y, por qué no, con una buena dosis de realismo y frialdad. El paso siguiente consiste en desarmar los altares levantados en honor a los imbéciles y echarse a andar por la vida con paso firme y autónomo. Sólo un ser amado y respetado puede hacernos daño. Sólo un sujeto ubicado a la altura de nuestros sueños tiene un verdadero poder sobre nosotros y, sí, destruirnos.
L.  

jueves, 25 de octubre de 2012

Danza con lobos


Durante varios meses un biólogo convivió con una manada de lobos que rescató de la furia de una madre que nunca los consideró suyos. El hombre los adoptó y los educó, no como perros domésticos, sino como lobos. Les enseñó a cazar, comer carne cruda, pescar en los ríos y aullar. Eso vi anoche en un programa de televisión. El hombre, ya con el pelo largo y la ropa hecha jirones, regurgitaba la comida para que los cachorros la extrajeran de su boca a la manera de las aves. Una vez fue herido con una rama y los lobos lo curaron con saliva. El investigador hizo luego un experimento. Colocó unos parlantes a cierta distancia y emitió los aullidos de amenaza de una manada ajena. Sus lobos respondieron como se debe, es decir, emitiendo aullidos de defensa. El biólogo les  había  enseñado a comunicarse. En ese punto me pregunté cómo es posible que un hombre logre comunicarse con los lobos y no sea capaz de hablar con sus semejantes. Pienso que toda falla de comunicación surge de la dispersión y la mentira. ¿Debemos regresar a lo básico y primitivo? Es posible. Amo, quiero, deseo, como, tengo miedo, extraño. Pero estas reflexiones ensombrecen la hermosa escena final: una manada de lobos liberados en un bosque del norte de Estados Unidos capaces de defenderse de otros lobos y de las inclemencias del clima. Libres pero con la gran debilidad de tener confianza en los hombres.
Andrea 

miércoles, 24 de octubre de 2012


Conversación

Predomina entre la gente algo que llaman conversación. Cuando se oye desde lejos parece que mujeres y hombres hablan realmente. Pero si uno se acerca se comprueba que no es así. Ningún diálogo real se desarrolla. Hay, apenas, un intercambio de informaciones anodinas e interminables mientras la vida pasa como una canoa encaminada hacia las rocas.  Sería bueno que las conversaciones humanas sean retomadas. Que hablemos de verdad entre nosotros. Que le demos lugar al silencio, al pensamiento, también a lo innombrable. Lo que hay, en cambio, es algo que ni nombre tiene.
L.

Invisible I


Invisible II


Hace muchos años pasaban por televisión una serie con ese nombre. El hombre invisible. El protagonista desaparecía por voluntad propia cada vez que lo necesitaba. Y ese poder, claro, me atraía. Yo era un adolescente entonces y me gustaba esconderme de los otros y del mundo. Era solitario, serio, casi mudo. El jardín de la casa familiar contribuía en esa línea. Yo era uno más entre los árboles o, en el fondo del terreno, detrás del fuego que yo mismo encendía cuando volvía de la escuela. Terminé creyendo en mi invisibilidad. Todavía hoy me sorprende cuando alguien me llama o me preguntan la hora por la calle. ¿Es a mí a quién hablan? ¿Acaso no ven que no tengo cuerpo ni voz ni nada? La serie me gustaba, además, por cierto erotismo inconsciente que me permitía jugar con la idea de entrar sin ser visto a vestuarios femeninos en los clubes, incluso a hoteles de paso, y así convertirme en voyeur de actos privados sin peligro. El hombre invisible, la serie, me gustaba mucho más que Superman o Batman o El llanero solitario. No había un héroe más poderoso para mí. Nuevamente la soledad, las ganas de estar no estando, cristales invisibles que de pronto de tornan visibles y ruidosos cuando alguien, desde lejos, arroja una piedra dirigida al centro exacto de la nada.
L.

martes, 23 de octubre de 2012

Leoncito


La subversión erótica


El sistema capitalista valora la utilidad, lo rápido, la idea tan difundida de no perder el tiempo en tonterías, el rechazo al ocio en todas sus formas. Los pedagogos más avezados, sin embargo, dicen que no existe nada más creativo que lo inútil, el movimiento lento, la idea tan poco difundida de perder el tiempo en tonterías. En ese marco la sexualidad humana configura, al igual que el amor en sus versiones más logradas, una actividad no ligada a ninguna producción valiosa, es decir, una pérdida de tiempo, o, peor aún, una detención del tiempo, su anulación, al menos por unos pocos instantes de gran intensidad. El erotismo bien entendido, por eso mismo, termina convertido en uno de los actos más subversivos de nuestro tiempo. 
L.  

Pregunta por el sentido

Toda persona sana ha pensado alguna vez en el suicidio. La frase pertenece al filósofo y escritor Albert Camus y no parece desencaminada. Por el contrario, los negadores vocacionales no piensan jamás en la muerte, no se preguntan nada, son, como supone la opinión pública y el sentido común, gente feliz. Pero la pregunta por el sentido, aún sin respuesta, es virtuosa y estimulante. ¿Por qué estamos acá? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Por qué amamos y dejamos de amar? ¿Por qué leemos y pensamos? ¿Por qué a veces nos ponemos tristes o alegres sin razón? ¿Para qué vivimos? ¿Por qué decimos que algo es hermoso? No es malo dudar. No son malas las preguntas. No lo son aunque no sirvan para nada. La pregunta por el sentido ya contiene una respuesta posible que consiste en vivir, con la mayor intensidad, hasta averiguarlo o, al menos, acercarnos a una verdad modesta y obviamente parcial.
L.

Consejos

Cada vez que leo los consejos que dan poetas, novelistas y editores para escribir bien recuerdo un libro que me impactó mucho en la adolescencia. Se llamaba Técnicas sexuales modernas y supuestamente iba a decirme cómo ser un atleta con las chicas. Pero nada de lo leído en el instructivo amatorio se comparó a mis experiencias concretas en ese campo. Lo poco que sé me lo enseñaron unas cuantas mujeres pacientes y generosas. Leo en una revista española consejos de veinte autores consagrados y la decepción es similar a la que tuve leyendo las técnicas modernas. Lo principal es leer, dice uno de ellos. No es verdad. Conozco lectores tenaces y criteriosos que son incapaces de escribir una sola línea bien compuesta. La constancia es básica, dice otro. Tampoco es cierto. Hay escritores inconstantes y muy buenos como Clarice Lispector. Una novelista de renombre sugiere escuchar música mientras se escribe, algo ridículo desde todo punto de vista. El mejor consejo que leí en la lista pertenece a un tal Fernando Aramburu que recomienda a los literatos aprendices "ser genios". La genialidad, ironiza el hombre, ayuda a evitar complicaciones. Para no ser menos quiero decir desde mi pobre y acotada experiencia que sólo se aprende a escribir escribiendo. No se me ocurre otro modo. El movimiento se demuestra andando. Termino de escribir esto y comprendo que se trata de una nueva falacia. Ningún consejo más entonces. 
Sé tu propia lámpara, dicen los budistas.
L. 

Ya


Ya todo fue escrito pero lo hemos olvidado. Por eso nos vemos obligados a escribirlo de vuelta de nuevo y otra vez. Palabra por palabra. Como si nadie hubiese escrito nada hasta hoy. Como si nunca. Como si jamás. No debimos haber olvidado lo que habíamos soñado con tanto esmero. Pero es tarde ya para el arrepentimiento. Se trata de volver sobre las viejas palabras. Sí. Las de siempre.
L.

domingo, 21 de octubre de 2012

Historias de amor frustrado


Pedí a mis alumnos de periodismo que entrevistaran a chicos y chicas que hayan vivido la inevitable experiencia de un amor frustrado. Con eso los estudiantes debían editar el testimonio obtenido hasta convertirlo en algo denominado entrevista/monólogo. Lo que más me impresionó en las historias leídas y corregidas es el eterno retorno de situaciones, palabras, actitudes y escenas que, de tan conocidas, se vuelven inverosímiles. Daría la impresión que entre las distintas parejas que protagonizaron las aventuras amorosas hubo una especie de acuerdo general tendiente a hablar igual, actuar igual y hasta separarse de la misma manera, es decir, por Facebook o por mail. Todos o casi todos se conocieron "por casualidad", el amor fue siempre "a primera vista", en todos y cada uno de los casos los protagonistas se sintieron "como dos adolescentes", pasado cierto tiempo, como para que nadie se queje, los elegidos se dieron "el primer beso" y, un poco más tarde, digamos, a la semana siguiente, y dado que entre ambos "había química", hicieron el amor en un cuarto de la casa de algunos de los padres. Una casa que, también, parece la misma en todos los encuentros. ¿Será así la vida real? ¿Siempre igual y sin variantes ni siquiera lingüísticas o escenográficas? ¿No hay lugar ya para ninguna sorpresa?
L.


Madre I


Mi madre murió el 11 de noviembre último, a la madrugada, en un geriático modesto del barrio porteño de Chacarita. Mi madre fue comunista desde siempre. Caminaba rapidito y su especialidad era la torta de nuez. Mi madre creía que el mundo era una película con final feliz. Pensaba que si bien ella no podría verlo sus hijos y sus nietos sí. Pero el mundo sigue siendo tan o más inmundo que antes. Mi madre se creía dueña de la verdad. También yo y por algo será. Mi madre viajó a La Habana, a Moscú, a Berlín, a la fría ciudad de Oslo. Mi madre luchó para salvar a mujeres que estaban a punto de ser fusiladas. En nombre de la revolución mi madre dejó otras cosas de lado. Su vida por ejemplo. No la culpo. Hizo lo que debía en una época donde el compromiso abarcaba todos los aspectos. No tengo recuerdos muy certeros de ella. No sé si me alimentó de sus pechos, no sé si me pegó, no sé nada en realidad. Caminaba rapidito. Creía en el socialismo como un destino irrevocable. Heredé quizás lo peor de ella. También lo mejor. Esto no es un homenaje. Esto no tiene relación con el día de la madre. Horas después de su muerte pude verla antes de que los de la funeraria se la llevaran. En la pared había una foto del Che y otra de ella y mi padre abrazados en una playa especialmente ventosa del sur de Buenos Aires.

Madre II


sábado, 20 de octubre de 2012

A flor de piel


Me pregunta Paula si es posible vivir todo el tiempo a flor de piel. Supongo que se refiere a transcurrir por la vida con un grado demasiado alto, intolerable casi, de sensibilidad exacerbada. Sentir el instante como si fuera todos los instantes. Vivir cada día como si fuera el último. Entregarse a amores trágicos o felices pero en última instancia desgraciados. Pienso en algunos escritores (Hemingway, Pavese, Nerval, Pizarnik) que se suicidaron sin llegar a viejos. Pienso en otros como Flaubert que murieron de cólera o de asco. Pienso en los astronautas que no soportaron haber visto de cerca el universo y que al poner de vuelta los pies sobre la tierra acabaron borrachos, locos o destruidos. Voy a decirle a Paula que no. Que es imposible vivir todo el tiempo a flor de piel. Pero a la vez voy a añadir, en voz muy pero muy baja, que esa es la única manera digna de vivir.
L.

viernes, 19 de octubre de 2012

Hablar con las paredes

Después de todo hablar con las paredes no está tan mal. Ellas son calladas, no son vuelteras y, como algunas mujeres, ocultan y muestran a la vez. Las paredes de las aulas, por ejemplo, oyen mucho más que los alumnos. Ellas están interesadas. Tienen curiosidad. Cada ladrillo tiembla cuando hablo. Y luego los muros comentan entre sí lo que escucharon. Las paredes se encuentran a veces, como algunas parejas, y se abrazan en la esquina. Mis palabras quedan vibrando en ese cruce de voluntades. Además de las paredes y los muros nadie más me escucha. ¿Para quién canto yo entonces? Para las divinas paredes del presente y el futuro.
L.

¿Hay alguien ahí?


Desde este blog nos preguntamos con frecuencia si hay alguien del otro lado, es decir, si al menos una persona o dos se interesan por lo que aquí se dice o se muestra. Desde hace algún tiempo, salvo las incursiones enriquecedoras de Graciela B., o del siempre ácido Peregrino, o del español Pep, casi nadie comenta ya nada al pie de los posteos de Suspendelviaje. Puede ser falta de tiempo. Puede ser desinterés. Puede ser lo que sea y no sea. Pero aquí dejamos escrito que, como cualquier persona, necesitamos del ida y vuelta para seguir y dejar de lado la siempre presente y tentadora idea de abandonar el Titanic, y, de ser posible, antes de que se hunda.
L.

jueves, 18 de octubre de 2012

Indiferencia


La indiferencia es ya una pasión de multitudes. No importa el tema. Todo será observado con una frialdad inconmovible. Política, filosofía, sexualidad, sociología, ciencias, libros, amor, historia, películas, todo va cayendo a un agujero negro, a una especie de remolino donde la ignorancia se mezcla con la apatía a niveles nunca alcanzados. Nada importa ya a nadie. Todo da más o menos lo mismo. Alcanzan unas pocas frases de fingida emoción para salir del paso. Indiferencia y complicidad. Sinónimos, casi, perfectos.
L.

Sin besos


Dios adentro


Hablé hoy con Miriam, mi analista, y le dije que últimamente no siento entusiasmo por nada. Le dije que por momentos extrañaba entusiasmos pasados, por ejemplo, los que me llevaron a escribir dos ensayos y, antes, algunos libros de poemas y prosa literaria. Miriam me aconsejó que no me queje ya que muchísima gente, acaso la mayoría, nunca se entusiasmó por nada. No sólo no escribió libros. Tampoco se enamoró ni tuvo pasiones de aquellas. Me dijo que al menos yo tenía un algo o unos cuantos algos para extrañar. Por si fuera poco añadió un par de cosas más. Me informó que la etimología de entusiasmo, voz de origen griego, alude a llevar un dios adentro. Y, a modo de conclusión, me dijo que para recobrar el entusiasmo por lo que sea debo trabajar duro, es decir, nada llega por ósmosis, porque pasa un ángel, por una brisa inesperada o... porque sí.
L.

Dónde estás ahora



Pensamiento único

Es difícil confrontar con una sola y única forma de mirar la vida. En la Argentina y el mundo esa manera excluyente se va convirtiendo en una especie de credo, un mandato, casi una profesión de fe. El pensamiento único abarca todas o casi todas las situaciones cotidianas, las formas de vestirse, los caminos del pensar, eso de hablar como habla todo el mundo (Facebook), la tendencia a repetir como loros las tapas de los diarios dominantes, las televisiones dominantes, las divertidas y absurdas publicidades de cerveza y cocacola, etcétera. Por la vía racional conviene abandonar la batalla dado que está condenada al fracaso. Nada puede hacerse en esa línea porque todas las religiones han triunfado al mismo tiempo. Quizás haya quedado en la literatura y el arte, acaso también en el psicoanálisis y el anarquismo, la tarea de pensar de otra manera, vivir de otra manera, gobernar de otra manera, amar, incluso, de una forma distinta y vital. Si el esfuerzo no resulta no importa. Al menos quedaremos con la satisfacción de haber hecho lo posible para salvar al mundo, al menos en parte, de su creciente unicidad.  
L.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Lo animal


Quizás lo animal sea lo más sano y genuino de todos nosotros. Eso que asoma y se manifiesta sin pedirle permiso a nadie nada nunca. La cópula secreta, el instinto, lo que nos lleva por una calle y no por otra. Lo animal. El malestar en la dulzura y la cultura. Lo que insiste y no se resigna al eterno cuidado de las formas. El olor sin perfume. Lo que se desnuda por cansancio de ropas y medias y corbatas. Lo que se muestra obsceno y puro a la luz del día y de la noche. Lo brutal y verdadero. Lo que no se deja domesticar. Lo que grita y reclama en el atrio de una catedral vacía. Eso que no debería verse y sin embargo asoma sin pedirle permiso a nadie nada nunca.
L.

Un salto


No buscar

Luciana, compañera de yoga, busca amor. Al parecer lo tuvo hasta hace algunos meses pero, también al parecer, ya no lo tiene. Luciana es delgada, linda, inteligente, fina, culta, simpática, etcétera. Más de uno la mira con malicia cuando hace la vela y la parte inferior de su remera se desliza peligrosamente hacia abajo. Para colmo usa unos lentes rojos que le dan cierto aire de intelectual moderna. Me doy cuenta de que la carencia afectiva, o como se le quiera llamar a eso, le preocupa. Aún así le digo que, sin dejar de estar atenta al paisaje, no busque más. Le sugiero que siga concentrada en su ser, que lea, que viva su vida, que no espere, que no busque, que no haga nada. Ella lo acepta en general pero no en particular. Cita a Pizarnik. Habla del vértigo de la búsqueda. Cita a Lispector y no sé a quién más. Le digo que una pareja no es lo principal de la vida. Ella acepta pero, en un mail, se queja claramente. Necesito amor, insiste. Me hace falta. Yo cito a Freud y replico que toda mujer está caracterizada por la falta. Que ni diez mil amores o amantes solucionarán esa herida constitutiva. Le digo que, en todo caso, lo que necesitamos todos es alguien que nos acompañe a estar solos. En ese punto, al menos, la chica de lentes rojos estuvo de acuerdo.
L.

lunes, 15 de octubre de 2012

Los sabios


Los auténticos sabios no van por la vida exhibiendo su saber. Al contrario. Por lo general se aíslan, dudan de sí mismos, callan más de lo que dicen, no rechazan la verdad por dura y adversa que resulte. Cada pequeño hecho los sorprende y están siempre listos a cambiar de idea con tal de acceder al conocimiento. Los sabios no dan nada por sobreentendido y esperan, sin perder el escepticismo que los caracteriza, enormes cambios en el último minuto. Los ignorantes en cambio saben todo. Resuelven los problemas más complejos con dos o tres frases que leyeron en el diario. Se tornan agresivos si se intenta discutir con ellos. Están siempre listos para mentir aún sabiendo la verdad o una mínima parte de ella. En el corto plazo los sabios pierden la carrera dado que los ignorantes son más rápidos y eficaces. Además estos últimos carecen de escrúpulos y eso los vuelve temibles. Los auténticos sabios, en cambio, se apartan silenciosamente del camino y, sin perder el escepticismo que los caracteriza, esperan siempre enormes cambios en el último minuto.
L. 

viernes, 12 de octubre de 2012

Un dibujo


El autor de este dibujo es Egon Schiele, artista austríaco muerto en Viena de gripe española a los 28 años. Muy poco tiempo concedido a un talento del siglo pasado que superó el promedio y anticipó la gloria del expresionismo. Discípulo de Klimt, obsesionado por el sexo en sus manifestaciones más vitales, narcisista incurable, Schiele fue mal visto en su época. Se lo consideró un perverso, un pornógrafo, casi un degenerado. El pintor fue encerrado tres semanas en una celda acusado de "resguardo insuficiente de dibujos eróticos". Sus cuadros, la mayoría al menos, parecen muñecos rotos y vibrantes. Se le atribuye a Schiele haber dicho que estamos solos, que nos hemos distanciado tanto de nosotros mismos que somos, en efecto, muñecos rotos y desolados. Desnudos a veces. Vestidos siempre.
L.

¿Hay vida antes de la muerte?

Escenario: una facultad cualquiera. Protagonistas: : alumnos que miran fijamente algo en las pantallas. En apariencia se preparan para responder sobre un tema que no les interesa en absoluto a un profesor cuyo nombre ni siquiera conocen. Cómo no entenderlos. Siento que falta aire en el aula. Falta viento. Falta mar. Avanzo lento hacia la ventana y la abro al fin. Allá afuera, desde una pared a medio terminar, me mira una paloma perfecta, hermosa, refinada. La paloma tiembla y observa el mundo mientras, detrás de ella, un pino se agita como siguiendo una música invisible. Quizás no esté todo perdido. Quizás haya vida antes de la muerte.
L.

jueves, 11 de octubre de 2012

Generación

Los que sobrevivimos al plomo, los que nos salvamos de ser arrojados al mar desde túmulos aéreos, los que callamos, hemos resuelto encender un fuego. La leña está húmeda y ya no hay fósforos Pero igual encendimos un fuego en la playa para darnos calor. Somos la generación del frío. Si estamos vivos por algo será. Y si ellos están muertos por algo será. Encendimos un fuego los que aún estamos vivos mientras escuchamos los gritos de odio que obviamente merecemos, el reconocible sonido de las armas que nuevamente serán disparadas, el cinismo de los vencedores. Los que respiramos aún hicimos una ronda en torno al pálido fuego. Es un círculo mudo y cerrado. Todo sucede en una playa sin nombre y a la orilla de un mar poblado de cuerpos sin vida. ¿Nada más queda? Claro que sí. Quedan el fuego, la playa, nosotros, los otros y el silencio.
L.

La ignorancia

La ignorancia es aceptable cuando es genuina, es decir, cuando no es una actitud buscada sino el fruto de distracciones o fallas educativas. El problema es conocer la verdad, o al menos parte de ella, y negarla. O decir que es falsa. O distorsionarla hasta desfigurarla por completo y actuar como si no se la conociera. En este último caso la ignorancia fingida podría ser vista como un acto de delincuencia, indiferencia, complicidad o como se quiera llamar a esa opción. La verdad por lo general es incómoda. La mentira funciona como un escudo perfecto. Cada cual sabrá en qué lado de la luna prefiere vivir.
L.

No seas así


miércoles, 10 de octubre de 2012


Piropos


¿A quién se dirige un hombre que en la calle le dice a una mujer te chupo toda? ¿Cuál puede ser su goce al expresarse así con una completa desconocida? El malentendido es la esencia de la comunicación humana. Esto no es novedad. No hay destinataria del mensaje varonil. Hay quizás alguna forma de masturbación lingüística. El macho se dirige a un grupo indeterminado de hembras. Qué tetas, qué culo, nada personal. El piropo sigue de largo como los trenes. No pide respuesta y marca un límite perfecto entre la palabra y el acto. El piropeador, como algunos políticos, está enamorado de su propio discurso. No tanto del votante. El macho quiere discurso y no acto. Puede incluso pensarse que si una mujer se detuviera de pronto y se mostrara dispuesta a entregarse probablementeel hombre saldría corriendo. Porque el varón que dijo antes te chupo toda está enamorado de su osadía y no del objeto que la detonó. La supuesta anatomía comentada es una ficción gigantesca. Es todas las mujeres en una, o sea, ninguna. Los piropos descansan en la desintegración del cuerpo femenino. No se dirigen a personas sino al valor fetichista de las partes vistas, en realidad, como prótesis. Mejor encarado el elogio de una mujer suele ser inclusivo, inespecífico, abarcador de un paisaje más amplio. El piropo callejero, en cambio, separa al conjunto de una manera irremediable. Es cierto que a algunas mujeres les gusta. Pero ese placer, en todo caso, tiene más que ver con la autoestima que con cualquier otra cosa.
L.

No te dejes matar


La impureza



Las aguas del río fluyen y se alejan y se pudren sin volver a las fuentes. Antes había ilusiones, iluminaciones, canciones. El bosque solitario no es atractivo. La soledad –dice un monje budista- es un invento de las grandes ciudades. Mejor la calle y la basura. Mejor salir de putas. O tomar vino. O callar. Apretar los dientes y callar. Eso dice o decía Pavese. Apretar los malditos dientes y cerrar la boca. La bolsa de aguas rompió ayer. No hay más palabras para decir te amo. Eso era antes. Te amo es o era una frase hueca. Hablo de cuando antes era antes y los bolsillos desbordaban de cigarras. Hablo de cuando el niño era niño y no ponía caras cuando lo fotografiaban. Hoy caminé la mañana entera por Puerto Rastrero. Los botecitos. Las aguas del río fluyen interminablemente y van a dar al mar o a donde sea. El discurso automático no funciona porque estoy pensando cuando escribo. No es eso lo que enseño en mis cursitos. No pensar, digo. O saber qué pienso al escribirlo. Me duele esa película japonesa que vi hoy. El corazón del bosque. No debí entrar al cine. No debí entrar al bosque de donde todos quieren huir, es decir, la tierra que arañamos con los dedos y las uñas sin cortar, fuego en la nieve, la japonesa en tetas que le da calor al anciano que sólo busca a una tal Mako. El hombre no quiere oír otros nombres. Los deshace con un trapo. Mako. Ella o su fantasma lo espera bailando en un tronco. Y él carga una mochila importante de color naranja. Es valiosa para él. Hay dos naranjas en el largo día finlandés. Escribo dos nombres en la corteza de un tilo. Pregunto por Mako. Dicen que ha muerto.
L.

La pureza


Le pregunto si tiene apuro por llegar a San Telmo. Dice que no. Que tiene todo el tiempo del mundo. Su respuesta me parece adecuada y no insisto. A continuación se sienta frente a la pantalla plana y cruza las piernas desnudas con lentitud extrema. Desesperante casi. Le pido disculpas por la situación. Le digo que nunca me había pasado algo así. Que de ninguna manera lo que acaba de ocurrir tiene que ver con mi comportamiento habitual. Le hablo, al fin, de la pureza que me caracteriza. Le podés preguntar a cualquiera, le digo. Ahora mismo. Podés llamar a cualquier persona que me conozca, hombre, niño o mujer, y verás. Pero ella permanece en silencio como si no hubiese escuchado nada. Ahora descruza las piernas en un gesto exasperante. Vuelvo a preguntarle si tiene apuro por llegar a San Telmo. Dice que no. Que tiene todo el tiempo del mundo.
L.

lunes, 8 de octubre de 2012

El hombre nuevo


Suena un poco demodé hablar del hombre nuevo en tiempos del blackberry, el frappuccino y el triunfo del sistema capitalista a escala mundial. La expresión, de origen cristiana, fue retomada en los sesenta por Ernesto Guevara, también demodé. Por estos días se cumplen 45 años de su fusilamiento en una escuelita de La Higuera. Los aniversarios sirven de poco y nada tienen que ver con la evaluación de una persona. Guevara creía en la posibilidad de que surgieran en el mundo un hombre y una mujer libres de todo individualismo, capaces de sentir como propio el dolor de cualquier ser humano así viva a miles de kilómetros de distancia. La noción de hombre nuevo tiene algo de martirologio, amor al prójimo y a la austeridad, disposición a morir por un mundo mejor a la manera de Cristo. Leo al pasar el caso de una guerrillera argentina (perdón por dedicarle unas pocas líneas a una subversiva enemiga de Dios, la patria y el hogar), una guerrillera, decía, llamada Clarisa Rosa Lea Place fusilada en la ciudad patagónica de Trelew en agosto de 1972. Durante una práctica militar por el monte tucumano, donde hubo que hacer una larga y esforzada caminata, sus compañeros descubrieron que Clarisa tenía rotas las zapatillas casi por completo, y que había marchado prácticamente descalza, destrozando sus pies contra las raíces y las piedras del camino. Sé que la breve anécdota moverá a risa a más de uno. Como aquella otra donde un Guevara casi muerto, acorralado en Bolivia por los soldados enemigos y el asma, subió a una rama y se puso a leer un libro de Jack London como si nada pasara. Con esto, creo, es suficiente. Quizás el hombre nuevo, si es que existe alguna vez, sea capaz de leer un libro en una rama mientras espera acabar con dignidad su vida.
L.

Venezuela canta


Llegaste a mi cuerpo abierto