La ignorancia es aceptable cuando es genuina, es decir, cuando no es una actitud buscada sino el fruto de distracciones o fallas educativas. El problema es conocer la verdad, o al menos parte de ella, y negarla. O decir que es falsa. O distorsionarla hasta desfigurarla por completo y actuar como si no se la conociera. En este último caso la ignorancia fingida podría ser vista como un acto de delincuencia, indiferencia, complicidad o como se quiera llamar a esa opción. La verdad por lo general es incómoda. La mentira funciona como un escudo perfecto. Cada cual sabrá en qué lado de la luna prefiere vivir.
L.
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