domingo, 21 de octubre de 2012

Madre I


Mi madre murió el 11 de noviembre último, a la madrugada, en un geriático modesto del barrio porteño de Chacarita. Mi madre fue comunista desde siempre. Caminaba rapidito y su especialidad era la torta de nuez. Mi madre creía que el mundo era una película con final feliz. Pensaba que si bien ella no podría verlo sus hijos y sus nietos sí. Pero el mundo sigue siendo tan o más inmundo que antes. Mi madre se creía dueña de la verdad. También yo y por algo será. Mi madre viajó a La Habana, a Moscú, a Berlín, a la fría ciudad de Oslo. Mi madre luchó para salvar a mujeres que estaban a punto de ser fusiladas. En nombre de la revolución mi madre dejó otras cosas de lado. Su vida por ejemplo. No la culpo. Hizo lo que debía en una época donde el compromiso abarcaba todos los aspectos. No tengo recuerdos muy certeros de ella. No sé si me alimentó de sus pechos, no sé si me pegó, no sé nada en realidad. Caminaba rapidito. Creía en el socialismo como un destino irrevocable. Heredé quizás lo peor de ella. También lo mejor. Esto no es un homenaje. Esto no tiene relación con el día de la madre. Horas después de su muerte pude verla antes de que los de la funeraria se la llevaran. En la pared había una foto del Che y otra de ella y mi padre abrazados en una playa especialmente ventosa del sur de Buenos Aires.

No hay comentarios:

Publicar un comentario