sábado, 27 de octubre de 2012
La pareja
En tiempos remotos y colmados de esperanza pocos hombres decían mi mujer, mi novia o mi esposa al hablar de su pareja. Los hombres, en tiempos ya superados, decían mi compañera. También las mujeres, por lo menos algunas, desechaban cosas como mi marido, mi novio o mi esposo. Decían mi compañero. No era sólo una cuestión de lenguaje. En esos tiempos idos la idea de pareja se emparentaba con una especie de navegación de a dos, compañero y compañera, que mutuamente se acompañaban en la tarea de estar solos y que en vez de mirarse todo el tiempo a los ojos miraban, si puede decirse, en un mismo sentido. Con esto último se aludía a un futuro venturoso, más justo, más solidario, más feliz no sólo para algunos sino para todos o casi todos los pobladores del planeta. La meta, acaso muy ambiciosa, no se concretó. Pero todavía quedan flotando las palabras sobre un río por donde, también todavía y aún, corre el agua. La pareja, hoy y siempre, puede ser comparada con una canoa en rara deriva. O con dos flores que deciden crecer y marchitarse juntas. O con un puente entre dos seres autónomos pero decididos a compartir juntos el dolor y la delicia de estar vivos.
L.
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