Se supone que por fin el mundo ha llegado a la modernidad. Eliminados casi todos los pueblos originarios, acorralados todos y todas las que se visten distinto a como se viste la gente en Harvard, Londres o París, aplastadas las especies animales y vegetales más bellas del sistema solar e instaurado el aturdimiento como forma de vida de los modernos, bien puede decirse que en el planeta se ha impuesto, por fin, la tan buscada felicidad general. Cuesta pensar en un pasado remoto donde la gente carecía de aparatos siempre encendidos para conectarse de manera constante y hasta en la muerte. Ya no hay muerte. Resulta inconcebible imaginar cómo hicieron para sobrevivir Heráclito, Van Gogh, Shakespeare, Marx, Kafka y tantos otros antiguos incurables y aburridos. ¿Cómo hicieron ellos para pensar sin tablet o blackberrys? ¿Cómo hizo el idiota de Henry David Thoreau para caminar por los bosques y las orillas del lago Walden sin hablar con nadie por Skype, sin enviar ni recibir informaciones de ningún tipo? Es inútil tratar de adivinarlo porque una vida así resultaría desde cualquier punto de vista inadmisible. Todos los tripulantes del Titanic hemos llegado a la modernidad por fin. El iceberg gigante está cerca...¿pero eso a quién le importa?
L.
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