Hablé hoy con Miriam, mi analista, y le dije que últimamente no siento entusiasmo por nada. Le dije que por momentos extrañaba entusiasmos pasados, por ejemplo, los que me llevaron a escribir dos ensayos y, antes, algunos libros de poemas y prosa literaria. Miriam me aconsejó que no me queje ya que muchísima gente, acaso la mayoría, nunca se entusiasmó por nada. No sólo no escribió libros. Tampoco se enamoró ni tuvo pasiones de aquellas. Me dijo que al menos yo tenía un algo o unos cuantos algos para extrañar. Por si fuera poco añadió un par de cosas más. Me informó que la etimología de entusiasmo, voz de origen griego, alude a llevar un dios adentro. Y, a modo de conclusión, me dijo que para recobrar el entusiasmo por lo que sea debo trabajar duro, es decir, nada llega por ósmosis, porque pasa un ángel, por una brisa inesperada o... porque sí.
L.
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