jueves, 25 de octubre de 2012

Danza con lobos


Durante varios meses un biólogo convivió con una manada de lobos que rescató de la furia de una madre que nunca los consideró suyos. El hombre los adoptó y los educó, no como perros domésticos, sino como lobos. Les enseñó a cazar, comer carne cruda, pescar en los ríos y aullar. Eso vi anoche en un programa de televisión. El hombre, ya con el pelo largo y la ropa hecha jirones, regurgitaba la comida para que los cachorros la extrajeran de su boca a la manera de las aves. Una vez fue herido con una rama y los lobos lo curaron con saliva. El investigador hizo luego un experimento. Colocó unos parlantes a cierta distancia y emitió los aullidos de amenaza de una manada ajena. Sus lobos respondieron como se debe, es decir, emitiendo aullidos de defensa. El biólogo les  había  enseñado a comunicarse. En ese punto me pregunté cómo es posible que un hombre logre comunicarse con los lobos y no sea capaz de hablar con sus semejantes. Pienso que toda falla de comunicación surge de la dispersión y la mentira. ¿Debemos regresar a lo básico y primitivo? Es posible. Amo, quiero, deseo, como, tengo miedo, extraño. Pero estas reflexiones ensombrecen la hermosa escena final: una manada de lobos liberados en un bosque del norte de Estados Unidos capaces de defenderse de otros lobos y de las inclemencias del clima. Libres pero con la gran debilidad de tener confianza en los hombres.
Andrea 

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