La filosofía se define primero como amor a la sabiduría. Dicho de otro modo. Debe comenzarse amando el conocimiento antes de acceder a él. ¿Acaso no pasa lo mismo con las parejas iniciales? Primero amamos al otro aunque se sepamos bien por qué ni para qué. Luego tratamos de entenderlo o conocerlo. Podemos asombrarnos por el hecho de no comprender a ese ser con el cual alcanzamos la mayor intimidad. Podemos sufrir por ello o disfrutarlo. La filosofía no comprende sino en la medida que ama. Amamos para comprender. Si queremos alcanzar la verdad primero deberíamos desearla. Y luego, sí, abrazarla casi con desesperación. En cambio, cuando el saber sacrifica todo a la irresponsabilidad social y colectiva, los hombres rechazan la verdad con una pasión descontrolada. La niegan o la desfiguran y, en tal caso, prefieren encumbrar a la diosa mentira, oscura y triste reina de los tiempos.
L.
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