jueves, 31 de julio de 2014
Demasiado fácil
Era demasiado fácil amarla en los bosques entre caminos sembrados de raíces largas y negras. Tan sencillo tocarla en la orilla del lago parecido a un mar, saltando ramas que crujían como puertas de películas de miedo, perdiéndose incluso y temblando de frío. No había que esforzarse mucho para besarla y olerla con especial dedicación en semejante contexto interrumpido a veces por un zorro de ojos temibles y ligeramente achinados. O, también, oyendo caer del cielo alaridos desesperados de águilas hambrientas o locas, extraviados los dos a pesar de las cañas amarillas que iluminaban todo. Tan fácil era amarse en los bosques maltratados por el viento. Sin veneno en los cuerpos y hacerlo antes, un poco antes de que el río inundara el mundo hasta disolverlo como terrón de azúcar en el agua.
L.
Lo nuevo
Atrae mucho lo nuevo. Lástima que ese adjetivo, nuevo, fue usado en tiempos ya muy viejos. Nuevo periodismo, nueva poesía, nueva izquierda, nueva era, etcétera. Y todo eso cayó en el olvido. Recibo un mail nuevo de gente nueva dedicada a algo nuevo llamado literatura objeto. Parece ser que la vieja literatura está en crisis y que ahora lo que se impone es publicar links, escanear libros ya escritos, mezclar todo y producir un nuevo producto que llaman literatura objeto. Qué interesante. Hacía falta algo nuevo. ¿Y cuando empieza eso? El inicio es lo último en llegar, dice Heidegger.
L.
L.
El resto
Por suerte queda siempre un resto, algo inacabado, una tarea por hacer, un amor posible o imposible. De no ser así no habría nada. Si no faltara algo faltaría todo. La tarea estaría cumplida y sólo restaría morir, es decir, eso que para Lacan es equivalente al único acto realizado. Lo demás son aproximaciones, intentos fallidos, bocetos de obras que jamás se concretarán. Un beso a medias, con o sin medias, vale más que un beso absolutamente desplegado. Un beso a medias promete. El beso total se parece demasiado a decir chau.
L.
Buenas conciencias
Las buenas conciencias justifican el asesinato masivo de niños y el bombardeo de escuelas de la ONU y mezquitas (ya van mil trescientos muertos civiles, ocho mil heridos y 200 mil desplazados internos en Palestina) atendiendo al argumento israelí según el cual en esos lugares "se esconden armas". Invitaría a las buenas almas a ver las escenas que vi anoche sobre lo ocurrido en la Franja de Gaza y al menos sentirán algo extraño, un cierto malestar indefinible, una sensación de impotencia y desesperación como la que tuvimos Paula y yo anoche paralizados frente a la monstruosidad inenarrable de lo que veíamos. Invito a las buenas conciencias a ver pasar cuerpos y cuerpos mutilados de bebés, niños que de pronto se quedan sin padres y luego son igualmente convertidos ellos también en cadáveres por si acaso guardaran rifles y misiles bajo los pañales. Invito a las buenas almas a mirar sin velos el genocidio que se está produciendo en Gaza (no recuerdo en mi vida haber visto en directo un crimen de esa magnitud), invito a las madres a pensar en sus hijos, en el futuro, en la vida. La falsa conciencia de la realidad es parte de la complicidad universal con lo que está sucediendo.
L.
L.
La decadencia del imperio americano
Así se llama una película célebre de Denys Arcand. La decadencia del imperio americano. La segunda parte de la saga lleva el nombre de Las invasiones bárbaras, una película que nadie debería dejar de ver. Las dos tienen que ver con el estado de desamparo incalificable en que viven los pueblos del mundo, en especial, en estos días terribles, el palestino, ante un avance ilimitado del capital financiero sumado al aparato militar-industrial. ¿Es la masacre sin fin cometida contra Cisjordania y la Franja de Gaza una señal de poderío total y absoluto? Puede ser. Pero en la historia los grandes y podridos imperios, como el romano, han caído estrepitosamente. A un alto costo en vidas humanas y sufrimientos generalizados. Pero han caído. Quizás, esta vez, no seamos nosotros los testigos del derrumbe. Pero, más temprano que tarde, como diría Salvador Allende, el mundo renacerá de sus cenizas. Ahora está de moda matar niños. Aplastarlos como si fueran moscas. Resulta imposible anticipar desde este sombrío y doliente siglo XXI lo que depara el futuro a las nuevas generaciones. Ojalá sea un destino un poquito menos egoísta y menos cruel.
L.
miércoles, 30 de julio de 2014
El gusanito
Carver, el Chéjov norteamericano, dijo una vez que todo relato literario necesita que de pronto aparezca un sentimiento de riesgo o amenaza. Decir eso era o es como manifestarse a favor de la tensión narrativa, promover la sensación de que hay algo inminente, de que ciertas cosas se mueven fatalmente hacia algún sitio imprevisto. En caso contrario, decía Carver, no hay cuento. El autor demostró su teoría en un relato cuyo título es largo. ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Ahí se narra la historia de una pareja encantadora, un hombre y una mujer jóvenes que una noche, luego de dormir a los niños, se ponen a hablar en paz y sin guión previo como lo hacen siempre. En ese momento aparece en el cielo de los dos una ligera nube que no parecía nada grave. El hombre quería saber si la mujer le había sido infiel dos años atrás con un tal Mitchell Anderson, un episodio que parecía no apagarse nunca. La charla inocente, claro, se convierte de pronto en un pozo sin fondo. John Cheever, otro escritor estadounidense, escribió un cuento conocido como El gusano en la manzana. En este caso hay una familia tan extraordinariamente feliz que el narrador sospecha acerca de la posibilidad de que exista un gusanito escondido en la sonrosada fruta. En vida y literatura estas cosas pesan y de paso demuestran lo que ya se sabe de sobra. Hasta en el paraíso hay mosquitos.
L.
Preguntas
¿Cómo se habrá comportado la opinión pública mientras los nazis, en la segunda guerra mundial, mataban a seis millones de judíos en las cámaras de gas? ¿Igual que ahora frente al exterminio descarado de los palestinos a manos de Israel? ¿Cómo se explica que un pueblo tan perseguido y dañado como el judío adopte hoy, en la Franja de Gaza, los mismos o similares procedimientos que se usaron contra él? ¿Por qué los diarios siguen llamando hostilidades o guerra a lo que no es otra cosa que un genocidio bajo la forma de invasión militar? ¿Cuál es la meta última de Israel? ¿Acabar para siempre con Palestina y ocupar luego el espacio vital recuperado? ¿O será esto apenas un primer paso con vistas a atacar a Irán en el futuro inmediato? ¿Por qué tanto ensañamiento con los niños, las familias y las escuelas? ¿Por qué bombardean las mezquitas? ¿Cómo puede el mundo vivir tranquilo, caminar, ver televisión, leer poemas y discutir sobre fútbol mientras en Gaza una civilización entera está siendo exterminada al ritmo invariable de cien civiles muertos por día y a la vista de todos?
L.
L.
Dibujos I
¿Es ella? No estoy seguro. Podría serlo dado que hace unos años andaba también en bicicleta y a un ritmo parecido. No es fácil descubrir a una mujer desde atrás. El pelo lacio confunde. Miro fijamente el sillín, sin descuidarme de los autos, y sobre todo miro lo que ahí se apoya desdoblándose a partir de la curva o raya central que da lugar a todo tipo de pensamientos. El sillín, la tarde nublada, el ágil movimiento de las piernas que alguna vez vi desnudas. Pero no son las de ella. No lo son con seguridad. No sería tan delicada y esbelta su figura hoy. Menos ahora que tuvo hijos y se casó y viajó no sé adónde con su nuevo marido o compañero como dice o decía ella con lenguaje propio de la izquierda revolucionaria. Los aros que tiene podrían ser los suyos. Puede ser suya la nuca ahuecada y con pelitos y ese vestido de fondo negro y dibujos de color que bien podrían pertenecerle. Los pelitos, los dibujos, la nuca, la curva y todo lo demás. La verdad, no estoy seguro. Avanza con energía poco digna de ella por la avenida y dobla, de pronto, hacia un lugar cercano al mar, como si fuera Alfonsina o no sé quién, directo hacia el océano, un poco de arena, las huellas borradas en el sur y yo, siempre ocupado, mirando hacia adelante y nada más que hacia adelante.
L.
L.
martes, 29 de julio de 2014
Dibujos II
Carla dibuja elefantes barrocos en un cuaderno de tapa dura y negra. Elefantes raros, con tatuajes en la piel, con mantas orientales, con cuernos capaces de partir el cielo en dos. Carla siente nostalgia por hechos no vividos. Otros modos de existir, de respirar, de establecer contactos reales. Tiene frío Carla en estos días y para abrigarse llena su cuaderno de elefantes barrocos. Su cuaderno de tapa dura. Lo llena de elefantes raros con tatuajes en la piel, con mantas orientales, con cuernos capaces de partir el cielo en dos.
L.
Una lógica sin lógica
No siempre dos más dos es cuatro. A veces la suma da cinco. Algunos lectores iniciales o no tan iniciales de textos literarios se enojan a veces con la falta de lógica, dicen ellos, que tienen algunos relatos de ficción. No puede ser, dice alguien, que una joven se muera por culpa de la espina de una flor. Es ilógico, dice uno más, que exista algo llamado hobbit viviendo, para colmo, en un agujero cavado en el suelo. Es imposible imaginar una rosa y que la rosa aparezca realmente sobre la cama. Si la lógica dominante imperara quedarían afuera los sueños nocturnos, la Biblia, gran parte de la literatura mundial, la casi totalidad del arte, el absurdo amor. Sólo podríamos pensar en sacar la basura a la noche, comprar algo para la cena y vivir pegados a la computadora todo el tiempo incluso para leer este blog ilógico. De acuerdo. Pero qué triste sería la vida en tal caso, qué pobre todo, qué inútil, que falta de imaginación, eso, imaginación, lo único que quedará en pie antes del derrumbe definitivo.
L.
L.
Una mancha en el mapa
Lo que más asombra, me asombra, de la masacre sin nombre que se ha desatado contra el pueblo palestino es la indiferencia casi total de las buenas almas. Lo que sucede me recuerda en algún punto a un amigo de otros tiempos que un día me dijo que habría que bombardear las villas de Buenos Aires y que de ese modo viviríamos todos felices, es decir, sin delincuentes, sin feos ni sucios ni malos. ¿Quiénes somos todos? La gente de bien, los que disfrutamos de un capuchino en Starbucks, con nuestro nombre dibujado en el vaso ecológico, los santos inocentes de ayer, de hoy y de siempre. Es evidente que la vida o muerte de los palestinos no interesa a nadie. Son apenas una mancha en el mapa, como los villeros, como la gente tóxica. Ni siquiera son humanos. Los niños palestinos seguramente son terroristas. Y si no lo son lo serían si no los mataran ahora a mansalva. El mundo lloró con razón a las víctimas del atentado a las Torres Gemelas. El mundo llora también con razón a los muertos del avión del Malaysia Airlines. El mundo no llora por la Franja de Gaza. La opinión pública no lamentó en su momento el genocidio atómico que cometió Estados Unidos en Hiroshima (6 de agosto de 1945) y, más recientemente, en Irak (un millón y medio de muertos) o en Afganistán. La gente que vive o vivía en esos países es rara, se viste raro y habla raro. Los palestinos no tiene cultura y muchos de ellos todavía no vieron El rey león. Si alguna vez el mundo reacciona, porque hasta eso es posible, se recordará un tiempo, éste, en que las buenas almas miraron para otro lado mientras dos potencias modernas, Estados Unidos e Israel, acababan para siempre con la vida de una civilización entera. Soy palestino y lo seré siempre.
L.
lunes, 28 de julio de 2014
Quemar etapas
Para algunas personas la vida consiste o consistiría básicamente en matar el tiempo y quemar etapas. En tal sentido algunos adultos dan consejos a los jóvenes. Aprovechá para viajar ahora que sos joven, disfrutá del sexo antes de casarte y tener hijos, o, cuando el destinatario del mensaje no es tan joven, ya no tenés edad para eso, sentá cabeza, cosas así. Reducido a lo esencial el proceso implica obedecer en la infancia, divertirse en la juventud, aburrirse en la adultez y el matrimonio, convertirse en seres acabados a partir de los 50. En todos los casos el sólo hecho de jugar es considerado un pecado grave. Y no sólo por hombres y mujeres. Dicen los expertos en comportamiento animal que el creciente desinterés por el juego también afecta a algunas aves, a los monos y a los carnívoros superiores. Y eso, la falta de alegría o entusiasmo, origina luego todo tipo de problemas. Etapas. Asignaturas. Mandatos. Obediencia. ¿Por qué ese reduccionismo? ¿No sería mejor pensar la vida como un río en vez de verla como una escalera de dura y durísima piedra? ¿Por qué seguir los planes que otros diseñaron para nosotros? O, para decirlo más directamente, ¿por qué morir antes de tiempo?
L.
La película perfecta
Dice Kitano, el gran director de cine japonés, que le resulta imposible hacer la película perfecta. Dice que en cada filme comete por lo menos dos o tres errores. Dice que no lo hace al propósito pero así ocurre. Dos o tres errores. Dice Kitano -quien además es pintor, comediante, actor, poeta y hasta diseñador de videojuegos- que son justamente esos dos o tres errores los que lo impulsan a seguir filmando. Para no volver a cometerlos. Para alcanzar la película perfectamente imposible con la que él y todos no dejamos de soñar.
L.
L.
Escritura y alma
La buena escritura no es expresión. No es lo que sale del alma. No es el mundo interior. No es eyaculación. No es vómito. No es catarsis. No es nada de eso. La buena escritura es producción, quiero decir, construcción de algo nuevo que antes no existía y de lo cual el autor es apenas un intermediario, una especie de heraldo o enviado, un mero asistente. No niego al decir esto la obvia intervención del inconsciente, de lo recordado, de lo autobiográfico. Por algo el escritor elige una palabra y no otra, una imagen y no otra, un ritmo y no otro. Pero a partir de esa selección todo lo demás es producción, ladrillo sobre ladrillo, composición de una trama que hasta resulta inesperada para el propio autor. La buena escritura, en síntesis, es pura forma. Tendrá riqueza si la tiene el escritor. Las almas virtuosas producirán textos inolvidables. Los pobres de espíritu, como diría Jesús, no llegarán demasiado lejos en la empresa.
L.
L.
Para vivir un gran amor
El título de este posteo fue robado al título de un conocido poema de Vinícius de Moraes. Igual no importa. El tema es otro. ¿Se puede vivir un gran amor? Supongo que sí siempre que cada uno de sus protagonistas no se cuelgue del otro para salvarse. ¿Salvarse de qué? De afrontar lo que cada cual debe afrontar por separado, es decir, proyectos propios, vida propia, todo eso que da consistencia a una persona. Subirse a la pareja como a una balsa es como colocarse un salvavidas de plomo. Para vivir un gran amor, o un pequeño amor, es fundamental que los enamorados se ocupen de sí mismos, sin ceder ante el deseo, y se acompañen a estar solos con la mayor felicidad.
L.
L.
domingo, 27 de julio de 2014
Efectos
Sabemos del viento por sus efectos. Si no vemos remolinos de hojas faltarían pruebas. No es posible fotografiarlo. Sabemos del amor por sus efectos. Nadie puede verlo o tocarlo. A lo sumo sentirlo. Sabemos de la muerte por sus efectos. La muerte no existe como experiencia personal. ¿Por quién doblan las campanas? Sabemos de ellas por un sonido que no contienen pero provocan. Sabemos de este blog por sus efectos en tal o cual persona. Este blog no existe.
L.
sábado, 26 de julio de 2014
Problemas de Sor Juana
Ser escritora y monja en México, o Nueva España como se conocía a ese país en el siglo XVII, y además ser mujer, y por si fuera poco autora de poemas amorosos, eróticos y de todo tipo de sátiras sexuales, fue y es demasiado. Todo eso se resume en la esquiva y perseguida figura de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), la que oyó en su celda de clausura un profundo oleaje y misterioso viento. Hasta donde se sabe la vida sexual de Juana Inés, nombre previo al convento, fue casi enteramente imaginaria. Amores que ella escribe sin amores, comentó un crítico. Sin amores pero con amor, deslizó otro. Todo es fantasía en la solitaria flor. Tampoco es imposible suponer que Juana Inés conoció el amor en sus formas menos abstractas. Solamente lo que toco veo, confirmó ella misma.
Si es delito ya lo digo/ y si es culpa...lo confieso.
L.
Problemas de Oliveira
Horacio Oliveira, el casi protagonista de Rayuela, es por sobre todas las cosas un teórico. Busca y no sabe lo que busca. Sale de noche sin propósito. Busca un nuevo orden, la posibilidad de encontrar otra vida, el amor en cualquiera de sus formas. Por momentos se siente acorralado por la Maga, por el mundo Maga, la que no teoriza sobre los ríos sino que los nada, se mete desnuda en ellos, no arma hipótesis en torno al agua. Hay en Oliveira una búsqueda existencial e ilimitada. Saberse enamorado de la Maga no es un fracaso ni una fijación en un orden idealizado. Para Oliveira vivir auténticamente es elegir con libertad. Es inventar. Incluso al dar un beso le bastaba cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hacer renacer la boca que desea y elige, dibujarla con la mano en el rostro de la amada. Más allá de eso Oliveira no terminaba de entregarse o dejarse tomar por el mundo y por la vida. Miraba todo desde lejos y de ese modo perdió a la Maga, perdió París y volvió perdido a Buenos Aires. Era un teórico. No nadaba los ríos pero sabía todo sobre ellos.
L.
L.
Uso del tiempo
Corrijo textos y veo que son muchos los alumnos que escriben la letra q en lugar de la palabra que. Escriben gral por general. Ponen km a cambio de la hermosa y distante palabra kilómetros. La preposición de ahora se redujo a d. Los entiendo. Están apurados. No quieren perder tiempo en tonterías. Llamo a una amiga y me dice que no puede hablar porque está en una reunión. Un colega chileno se disculpa por no haber respondido a un mail que le envié hace un mes debido a que en las últimas semanas estuvo muy ocupado. No sé qué pensar. ¿Será que no voy al ritmo de los tiempos? ¿Seré de verdad un viejo como dice Amatista? Es posible. Recuerdo una escena de El Principito, clásico y hermoso libro de Saint-Exupéry, en la cual el niño de cabellos de oro encuentra a un vendedor de píldoras que apagan la sed. Eso supone una gran economía de tiempo, explica el hombre. Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran 53 minutos por semana. ¿Y qué se hace con esos 53 minutos?, quiere saber el niño de cabellos de oro. Se hace cualquier cosa, dice extasiado el vendedor. Yo -responde el Principito desde su loca manera de ver la vida- si tuviera 53 minutos para gastar, caminaría despacito hacia una fuente.
L.
Arte de sostener
Si duele funciona. Es la idea que define al tipo de yoga que practico. Creo que sigue las enseñanzas de un tal Isengard o Aiengard. Como sea. Si duele se debe a que la postura está bien hecha. Suele decirlo mi maestro en esa disciplina. El hombre aclara que el objetivo es destruir el ego. Comparto la idea aunque pienso que no es fácil de aplicar. El mundo se ha convertido en un gran ego. Pero ese es otro tema. Si duele funciona. Como pasa en el amor. Nadie escapa al efecto de los estiramientos. Lo más difícil es sostener la postura en el tiempo. Los que practicaron yoga alguna vez saben de qué hablo. Sostener cuesta. Algunas parejas lo entienden perfectamente. Ocurre en otros campos. Sostener cansa. Sostener duele. Sostener incluso aburre y fastidia por momentos. Pero no hay otro modo.
L.
L.
viernes, 25 de julio de 2014
Sol quieto
Pasa algo raro en el planeta. Los guardavidas se ahogan, los escaladores no alcanzan la cima de las montañas, los escritores no escriben y van hacia el desierto. Qué raro es todo. Los paracaidistas no paran y se quedan flotando bajo un cielo de diamantes. Los soldados se convierten en monitos. Las gaviotas disparan con sus picos. No se puede entender la confusión. Los estudiantes no estudian. Las parejas no copulan. Los reyes no reinan. Nadie está en su lugar y nadie cumple con la misión para la cual fue creado. Qué extraño. Mueren los inocentes. Y los culpables son aplaudidos por una multitud entusiasta. Caen aviones en el mar. No hay besos ni caricias. Pasa algo muy raro en el planeta. Alguien pide piedad.
L.
L.
Elogio de las piedras
Se habla mal y pronto de las piedras como cosas duras e inservibles. Pensemos. No todo lo que está duro es inservible. Y además. Así como va el mundo, lo único que quedará en pie son justamente las piedras, tan despreciadas y subestimadas por la gente elástica y florida. Además. Las piedras admiten el desgaste. Algunas nacen redondas y terminan ovaladas. Son ellas las que sostienen los castillos medievales. De piedra están hechas algunas catedrales europeas. Y son piedras, además, las únicas armas que utilizan los palestinos, hoy, para enfrentar a los misiles y drones de Israel. Ya lo dijo el poeta Joaquín Pasos en un mensaje a los jóvenes que voy a citar de memoria. Cuando lleguen a viejos respeten la piedra. Si es que llegan a viejos. Si es que para entonces queda alguna piedra.
L.
L.
Hojas
Me levanto y descubro que toda la casa se ha cubierto de hojas muertas y cansadas. Se ha cubierto de hojas de árboles talados que empiezo a barrer con especial dedicación y tristeza. Paso la escoba por lugares sagrados que hasta ayer habitaba el pequeño ser. El pequeño ser no es una hoja más y no se lo puede barrer porque se ha ido o se lo han llevado o no sé. No hay presencia en los techos. Sólo hojas que cubren el suelo de toda la sala. Y entre tantas manos arrugadas no hay un pelo, no hay mirada, no hay vida cuando me levanto y descubro que toda la casa está cubierta de hojas y silencio. Oh pequeño ser. Por qué me abandonaste.
L.
Sin alma
A partir de lo que ocurre en la Franja de Gaza y otras regiones del mundo puede concluirse que estamos ante un hecho histórico de consecuencias inimaginables. Ahora es posible destruir pueblos y derribar aviones. Ahora los fondos buitre y el capital financiero pueden saltar la barrera de la soberanía sin mayores problemas. No existe ninguna instancia mundial, organismo internacional o potencia que pueda intervenir para cambiar las cosas a favor de las víctimas. Asistimos al eclipse definitivo de los mecanismos políticos de regulación y a una reconfiguración de un nuevo tipo de realidad global. De ahora en más el horror velará al horror en soledad o con la compañía estéril de las redes sociales. La comunidad internacional se disuelve en la sociedad del espectáculo. Existe apenas el capital y el circuito de la mercancía. La guerra, la matanza de niños, la extensión del dolor, la destrucción sistemática de la naturaleza no afectan a los podridos poderes sino que más bien los consolidan. Acá no hay una lucha entre buenos y malos, entre judíos y terroristas, entre un dios y otros dioses. ¿En qué se convertirá el planeta cuando se confirme la vertiginosa caída de los organismos internacionales en su capacidad reguladora? ¿Llegamos por fin al tiempo de la bestialidad cristalizada? Qué gran apuesta sería poder mostrar que en América Latina anida otro modo de mantener la vida en sus posibilidades abiertas, por afuera del goce de los grandes poderes que tienden a dominar y destruir el mundo como bestias sin alma.
L.
Problemas de Gollum
Uno de los personajes más atractivos de El Hobbit y el Señor de los Anillos es Gollum. Esta misteriosa y oscura criatura tiene formas humanas pero se desplaza en cuatro patas como una cebra o un reptil. Una primera visión de Gollum ciertamente repugna un poco. Pero con el paso del tiempo el personaje se vuelve querible. Lo más llamativo de Gollum, quien vive siempre en zonas bajas y pantanosas, es la ambivalencia que lo tortura. Nunca se sabe para quién juega. Uno se tienta inicialmente a colocarlo del lado de los malos dado que a veces es muy malo. Pero con el transcurso de la historia la calificación se debilita en parte. ¿Gollum está con los heroicos enanos que quieren recuperar su patria o con Mordor, el peor, el que habita las montañas tenebrosas? Imposible saberlo y de ahí su enorme atractivo. Todos somos Gollum en un punto. Ni buenos ni malos. Ni bellos ni horribles. Dudosos. Extraños. Infieles. Y, como él, todos estamos solos. Y el único tesoro obtenido, en este caso el anillo que brilla y duele en la triple saga, lo perdemos.
L.
Problemas de Salinger
Murió en 2010 a los 91 años en New Hampshire, Estados Unidos. Fue autor en 1951 de la novela El cazador oculto (The Catcher in the Rye) y de un excepcional libro de relatos titulado Nueve Cuentos (Nine Stories). Salinger eligió el silencio para expresarse. Se autoexilió junto a una mujer treinta años menor en una fortaleza inexpugnable. No concedió entrevistas. No se dejó fotografiar. Se dedicó a batallar contra los que se atrevieran a quebrar su invisibilidad. Padecía de fiebre bananera como todos los personajes de sus historias. Alguna vez definió ese mal o problema como una cierta incapacidad de amar. Pero ni eso le impidió vivir a su modo. No tomaba café en el Malba. No escribía para suplementos literarios. No le importaba nada que no fuera su escritura mística e inigualable. Salinger puso el acento en el abandono del ego, el desapego espiritual y la creación pura. Cuando aún daba entrevistas salía del paso con unos pocos lemas básicos: sólo te inmiscuirás en asuntos del arte si piensas dedicarte a él monásticamente/ usarás siempre la palabra más sencilla/ irás adelante sin que se note/ te moverás lo más silenciosamente posible. Su cuento más célebre se titula Un día perfecto para el pez banana. Hoy es un día perfecto para Salinger. Continuará vivo para todos los que seguimos admirando su obra con unción. Mi cuento preferido de él no ese ese sino otro, maravilloso, titulado El hombre que ríe. ¿Pero eso a quién le importa?
L.
Problemas de Emma
Leyendo Madame Bovary, la clásica novela de Flaubert, me puse a pensar en esa mujer de provincias, Emma, mal cogida y mal casada, que luego de fracasar en un doble o triple adulterio se decepciona y se mata. Emma había sido tan mediocre como el ambiente que la rodeaba. Padecía una eterna carencia, esperaba imposibles, no pudo aguantar y eligió el peor camino. Cerré el libro y pensé que el problema de Emma se hubiera resuelto con algo que le gustara. No digo que olvidara el amor y sus encantos. Hablo de un trabajo productivo, de hacer alguna actividad que la salvara del tedio y de tantas horas dedicadas a pensar en la entrepierna de sus amantes o en la cara de torta del marido. Una tarea. Un trabajo. Algo lindo para hacer. Me parece buen punto de partida para Emma y para todos. El mundo es y será más o menos como es. Lo que faltan son proyectos personales. A partir de ahí todo o casi todo es posible.
L.
Contra los poetas
La poesía bien entendida es la forma más alta e intuitiva de conocimiento del mundo. Pero la mala poesía que suele infectar los cafés literarios de Buenos Aires, y aún las librerías del ramo, resulta vomitiva y, peor aún, lo más aburrido que se haya inventado. Quienes la cultivan se creen refinados y sensibles cuando todo lo que quieren de verdad es levantarse a la chica del fondo que lee o exhibe un libro grandote de Pizarnik. O emborracharse para después llevar a esa chica a la cama y hablar, entre polvo y polvo, sobre las aventuras perdidas o el árbol de Diana. Los malos poetas son tan profundos que apestan. Rechazan eso que el lirismo acaramelado y bobo considera feo, escriben rostro y no cara porque suena más fino, jamás eyaculan palabras al oído como lo hacía Girondo, prefieren siempre nalgas de greda a la inadmisible palabra culo y, si se trata de elegir, se inclinarán por estrellas mutiladas en vez de pezones fosforescentes, imagen de mal gusto y antiestética. Los malos poetas son sensibles y eruditos. Pero no se atreven a vivir la poesía, como pedía Breton. Quieren dejar un mensaje altruista y elevado. Ignoran que la poesía no debe significar sino ser. Y que ningún prejuicio resulta más dañino para la vida y la literatura que el prejuicio de lo sublime.
L.
jueves, 24 de julio de 2014
Nicole
Dame más, pide Nicole, desafiando al hombre con los ojos. El tipo no se mueve y la mira con dureza. Su figura apenas se dibuja contra un fondo de niebla. Repentinamente la envuelve en un abrazo de lana y acero. La atrae, la somete, la oprime. Pero esta vez la noche tiene espinas. Nicole se deshace del abrazo con fastidio. Ahora no quiero que me toques. El se asombra, se irrita, quiere irse. Pero algo lo detiene. Los dos bailan envueltos por la nada. La mujer por fin cede, cae, se levanta, corre hacia el hombre en un impulso. Una ola se rompe contra el muro y lo cubre de espuma. Los cuerpos se refriegan, se funden, se anulan. Nicole se enrosca al varón por debajo de la cintura. Muerde, aúlla, olfatea con animal desesperación. Y ruega. Y ordena. Dame más.
L.
El beso
El beso. Así se llama un hermoso y triste cuento de Antón Chéjov (1860-1904). Un hombre solitario es besado sorpresivamente por una desconocida en medio de una fiesta. Todo sucede en un cuarto a oscuras. La desconocida esperaba a su amante y naturalmente se confundió de boca. El hombre, un oficial, no pudo averiguar nunca quién era esa mujer. Había mucha gente en la casa. Pero el impacto del hecho cambió su vida para siempre. El beso. Así se llama un hermoso y triste cuento del escritor ruso Antón Chéjov.
L.
L.
Nuevo club
La simple idea de que la vida no es simple molesta a mucha gente. Cada vez que la menciono en un aula, una casa o un baño la sensación general es de fastidio. De nada sirve que cite a los grandes. Por ejemplo a Chéjov quien escribió una vez que no entendía nada de esta vida. Por eso escribía. Para entender al menos algo, un cabello, un beso nunca dado pero soñado, un tren que no lleva a ningún sitio. Vivimos en la era de la gente buena y el pensamiento positivo. Cualquier otra visión se considera proveniente de la gente tóxica. Me hice socio de ese club. El de la gente tóxica. No considero que haya gente sana e inocente, al contrario, en cualquier parte puede abrirse un abismo sin fondo. Los que se consideran buenos, cultos, inteligentes y sensibles son a veces los peores. Prefiero el arte bruto (los que no sepan qué es pueden investigarlo), la crudeza de las carnes, vivir sin filtro o sin demasiado filtro. El lema del nuevo club que acabo de fundar es, precisamente, la vida es compleja. Esto podrá ser visto como una posición nihilista, extremista o anarquista. No importa. Es lo que pienso. No sé qué cosas son las cosas simples de la vida que todos dicen conocer y practicar. No sé nada en realidad. Toda noción del mundo que no resulte extraña es sospechosa, dice o dijo Valery.
L.
Lo más difícil
Lo más difícil de afrontar son las cosas menores de todos los días. Las menudencias. No las grandes. Con estas últimas no podemos hacer nada. Los grandes temas son inabarcables e impensables. Cosas como el sentido o sinsentido de la vida, la muerte próxima, la situación mundial desesperante. Lo macro sólo nos permite hablar, gritar, quejarnos, denunciar sin obtener efecto alguno. Lo más difícil es la ropa sucia en el canasto, la convivencia no siempre perfecta, los hongos oblongos de los pies, la falta de ganas, el cartucho sin tinta en la impresora. Habrá que armar un plan preciso de tareas muy pequeñas, imperceptibles, para hacer algo con esas diminutas hormigas que se meten por debajo de la ropa hasta llegar incluso ahí.
L.
L.
miércoles, 23 de julio de 2014
Repeticiones
Lo que ocurrió una vez puede pasar de nuevo. Es la ley del mundo. Es la mecánica social. Lo dicho se aplica a la historia colectiva pero también a la personal. A lo bueno y lo malo. A la alegría y la tristeza. Al odio sin objeto y al amor del pez amado. Lo que pasó una vez pasó justamente por causas cuyas causas permanecen y se abren y estiran como alas en el tiempo. Atención. Ojos bien abiertos.
La repetición puede repetirse.
L.
Árboles caídos
¿Mueren de pie los árboles? Algunos sí. Y después se balancean de un lado a otro como si estuvieran vivos junto a los demás troncos erguidos y reunidos en el bosque. Otros no pueden sostenerse y caen, se doblan, se derrumban y quedan tendidos en el suelo como tumbas o camas. Pero con el paso de tiempo algo se abre en ellos que empieza a llenarse de raíces, flores, lombrices, brotes, briznas de hierba, tantas cosas que no cabrían acá. Los árboles no mueren nunca. Hay bosques incluso en el otro mundo. Pero están en éste.
L.
L.
La dama del perrito
Chéjov es un escritor del siglo XIX, quiero decir, no es moderno, su nombre ya casi no es mencionado, no conoció a Harry Potter, no vio el último mundial, en fin, un anticuado completo que además está muerto. Su vida acabó en el cuarto de un hotel austríaco en 1904 y listo el pollo. Nada más que decir. O una sola cosa. Fue un tremendo escritor. Su cuento La dama del perrito, que acabo de releer con vistas a un taller de escritura, es algo sencillamente extraordinario. No tiene trama, no tiene comienzo, no tiene final, no tiene, lo que se dice, gancho alguno. Es una especie de aguada, una pintura con figuras desvaídas, una historia de amor que termina justo cuando acaba de comenzar. Hay dos personas casadas (no entre ellas), hay un perrito, una sandía, hay un amor que brota como las flores en una zona muy poco conveniente. Y sin embargo Chéjov ha logrado una prosa vibrante con perro y dama. Y sin embargo y a pesar de.
L.
L.
Amor inicial
Preguntarse por qué empieza el amor es tan inútil como preguntarse por qué termina. Uno está distraído, pensando en cualquier cosa, sin esperar nada de la vida, cuando de pronto alguien dice la palabra esperada. O canta porque sí. O habla con los gatos como la Maga en Rayuela. El amor nace del mismo modo que empieza a llover. Y eso pasa, generalmente, cuando salimos a la calle sin paraguas.
L.
Víctimas de víctimas
Los últimos reportes que llegan desde la Franja de Gaza informan sobre la muerte hasta hoy de 800 palestinos, en su mayoría civiles. De esa cifra más de 200 son niños, es decir, futuros terroristas que fueron eliminados en la cuna por si acaso. Los heridos palestinos llegan a casi cuatro mil. La ofensiva israelí-estadounidense contra la Franja de Gaza, un territorio de sesenta kilómetros de largo y quince de ancho habitado por algo más de un millón y medio de personas, tuvo hasta ahora costos mínimos en vidas humanas y más en general. Al parecer los muertos de ese lado no llegan a veinte y el número de heridos alcanza la espeluznante cifra de dos. Los datos ofrecidos confirman de algún modo que en la zona no hay una guerra dado que tampoco hay dos ejércitos enfrentados. Los terribles cohetes de Hamas hacen pensar a veces en cañitas voladoras, o, menos aún, en estrellitas de esas que usamos en las fiestas de fin de año. En Gaza se está desarrollando una masacre en gran escala parecida a la que cometieron los nazis contra los judíos en el siglo pasado. Es decir. Los asesinos de hoy son las víctimas de ayer. Conclusión. Cuidado con las víctimas dotadas de poder. Cuidado con el mundo que pisamos. Nunca o casi nunca fue tan peligroso, en especial, para los 200 niños palestinos ultimados hasta hoy ante el silencio cómplice de la gente sensible que habita el planeta.
L.
L.
Escritura en discusión
Enseñar a escribir bien es una tarea que por momentos se vuelve imposible. La primera dificultad es que no existen reglas para el oficio. Todo vale si funciona. El propio maestro duda a la hora de dar indicaciones. Voy a hablar en primera persona para no involucrar a otros en el tema. Yo tenía y tengo aún la idea de que al escribir hay que animarse a nombrar, quiero decir, evitar las abstracciones, las generalizaciones, lo simbólico eterno. Si una mujer se desnuda es eso lo que debe decirse. O, para tomar el famoso ejemplo de Quiroga, si un aire frío viene del río no existe otra manera mejor de decirlo que así. Pero esto que parece sencillo no lo es tanto. Hay en realidad mil maneras distintas de referir el desnudamiento de una mujer o la brisa que llega desde un río o un mar. Qué problema. Segundo problema. No siempre nombrar es aconsejable. A veces debemos, como digo en los cursitos, agujerear el discurso, nombrar menos, darle al texto respiración y al lector, por lo mismo, posibilidades infinitas de llenar los agujeros. Sería como si autor y lector escribieran juntos un texto que no leerá nadie. ¿Animarse a nombrar? ¿Animarse también a callar? Como se ve enseñar a escribir bien es una tarea que por momentos se vuelve, sí, imposible.
L.
L.
martes, 22 de julio de 2014
Diez días de felicidad
No sé por qué recuerdo ahora a los jóvenes rebeldes del Mayo Francés. No creo que sea nostalgia porque no estuve en París en 1968. Tampoco un acto de reivindicación revolucionaria ya que el episodio duró apenas diez días -a lo sumo quince o veinte- y posteriormente no se registraron cambios de fondo ni en la educación ni en la sociedad. Los universitarios parisinos tomaron las universidades, tomaron también la palabra en los muros a los fines de denunciar el descalabro de un sistema de vida que destruía la vida. Los chicos y chicas del Mayo Francés pintaron las paredes de la ciudad con frases que luego se hicieron célebres como prohibido prohibir o seamos realistas pidamos lo imposible. Pensándolo bien este recuerdo puede ser visto como nostalgia de algo no vivido. O de un tiempo donde la idea de cambiar el mundo no parecía descabellada. La casa se quema la abuela se peina. Desabróchense el cerebro tantas veces como la bragueta. Es preferible un final espantoso que un espanto sin fin. Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre. Mayo Francés. Diez días de felicidad.
L.
Censura
Dice Freud que al despertar de un sueño censuramos de manera inconsciente lo esencial de su contenido. Borramos lo soñado o dejamos que se borre solo. Algunas personas tratan de suplir la dificultad anotando en un papel todo lo que recuerdan de su largo viaje onírico. Ahí vuelve el pesado de Freud y advierte que las anotaciones se convierten en una nueva forma de censura. ¿Por qué? Porque al registrar el sueño en detalle, a la manera de un informe sumario, lo que hacemos es abrir un enorme abanico que no nos deja ver lo central que se reveló mientras dormíamos. Lo más valioso es lo que queda en nosotros sin anotar y sin pensar en nada. Al dejar todo escrito en un cuaderno el bosque no nos deja ver el árbol. Y, qué pena, es el árbol lo que realmente importa en nuestros sueños.
L.
Pensamiento común
El pensamiento común es la muerte de todo pensamiento. Ya se sabe. Cosas como las que dijo hace algún tiempo la filósofa argentina Susana Giménez. El que mata debe morir. Otro gran pensador argentino, un tal Sergio Massa, le ganó en profundidad a la conductora televisiva y dijo que el que las hace las paga. Ambas ideas, aunque parezca mentira, gustan a la gente. Pensamiento común. La culpa de todo la tiene la droga. No. La culpa de todo la tienen los villeros. No. Lo que pasa es que este es un país de vagos que no quieren trabajar. No. Lo que debe hacerse es cumplir la ley. No. La culpa la tienen los peruanos, los bolivianos, los colombianos, los extranjeros en general. Ellos le quitan a los argentinos los puestos de trabajo. No. El amor es más fuerte. Lo que hace falta es ser feliz y ver el vaso medio lleno y jamás medio vacío. Y si uno está un poco angustiado lo mejor es salir de paseo, tomar aire, vomitar todo y así. La sanación, el pensamiento positivo, las constelaciones familiares o la astrología de alto vuelo. Feliz día del amigo y de la amiga. Pensamiento común. La muerte de todo pensamiento.
L.
Evasión
Evasión. La consigna del momento con viento y movimiento. ¿Por qué medios? Ya se ha dicho acá hasta el cansancio. La misma vieja y tediosa enumeración de siempre. Dormir, soñar, viajar, prender la tele, dormir un rato más, aferrarse como el náufrago a una linda balsa, ir al gimnasio y caminar sobre la cinta hasta desmayar, sexo en nuevas versiones, amores imaginarios, el otro cielo y una hora más de sueño. Evasión. ¿Acaso es tan malo hacerlo? ¿Escapar no es una forma un poco más amable de estar en el mundo? ¿No es la huida la rebeldía mayor? Vamos a pensar, sí, aunque no esté de moda, pensar un poco. ¿Escapar de qué? ¿Evadirnos de quiénes exactamente? ¿No es este blog una forma de evasión para quien lo escribe y quien lo lee? ¿Acaso hay alternativa a ese camino de alas? Porque lo contrario sería quedar inmóvil. Convertirnos en piedras o menos que piedras. Gusanos. Amebas. Papeles al viento. Evasión. La consigna del momento. Pero adónde. Con quién. Para qué. Habrá que meditarlo un tiempo suficiente. ¿Hará falta evadirse para quedarse?
L.
L.
Mensaje de lluvia
Hay algo que la lluvia quiere decir y no puede. Debemos escucharla con atención. Aún con las piernas en el agua. Aún así. El cielo idealizado no es tal. De pronto cae convertido en finísimos hilos de silencio y dolor. El agua esconde secretos en las gotas. Hemos abierto un millón de paraguas rotos. Hemos hablado demasiado. La lluvia señala el desierto en que andamos, la fragilidad, la nada. La lluvia es de los muertos. La lluvia es movimiento sutil y delicado. Las ciudades se protegen con diques de metal. Hay algo húmedo y vibrante. Una especie de música. Un color gastado y solo. Hay algo que la lluvia quiere decir. Debemos escucharla con atención.
L.
Preparación II
Nos estamos preparando todos para algo. ¿Para la muerte? Puede ser. Pero también para una vida otra, muy distinta a la presente, nueva en sentido amplio y desconocido. Si algo permanece constante es el cambio. Todo lo demás está en discusión. Por eso nos preparamos. Dejamos los cuadernos y los cuadros a la vista, la ropa interior limpia en el primer cajón del placar, las anotaciones que hicimos al margen de un libro ya olvidado. Y mientras tanto vuelven los borrachos de la feria. Y mientras tanto llueve en toda la ciudad. Mientras nos preparamos para algo que no tiene ni casa ni nombre ni lugar.
L.
L.
lunes, 21 de julio de 2014
Todo se aleja de todo
Hacia 1924 Edwin Hubble imaginó que nuestra galaxia es apenas una isla perdida en un vasto archipiélago de galaxias. Luego conoció algo llamado efecto Doppler. Voy a intentar explicarlo en pocas palabras dado que esto es un blog y no una enciclopedia. Así como un sonido se hace más grave a medida que su origen se distancia de nosotros (el silbato de un tren sería un ejemplo válido) los colores de un objeto luminoso se corren hacia el rojo del espectro a medida que el observador se aleja de él. Hubble comprobó que la luz de las estrellas se corría hacia el rojo. Concluyó que las galaxias se alejan de nosotros o nosotros de ellas. O, mejor aún, que las galaxias se alejan todas entre sí. Así nació la idea hoy muy aceptada de la expansión del universo. Después vino la teoría del Big Bang según la cual lo que se aparta debió estar junto alguna vez. Hubo al parecer una explosión inicial que aún no ha acabado. Algo así como esas parejas que se separan, se alejan y nunca terminan de alejarse.
L.
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Utilidad de las noticias
En algunas escuelas de periodismo se instruye a los alumnos en la necesidad de estar informados todo el tiempo. Según las indicaciones transmitidas habría que leer por lo menos cinco diarios al día, escuchar la radio a toda hora y ver un mínimo de seis noticieros diferentes. Eso, claro, además de mirar el celular de manera constante, utilizar hasta el hartazgo las redes sociales y así hasta vomitar. El argumento es bueno. En la medida que un periodista esté bien informado podrá desarrollar su oficio de la mejor manera. Venía pensando en eso anoche al ver cómo los voluntarios palestinos retiraban cadáveres de niños de ciudades devastadas por el holocausto israelí. Niños muertos, mujeres muertas, ancianos muertos. Llegó un momento en que no lo pude soportar más y decidí apagar la televisión. Me pregunté, ¿puedo hacer algo para evitar esa y tantas otras masacres que ocurren en el mundo? ¿pude impedir la caída del avión desde el cielo de Ucrania? ¿pude salvar las vidas de cinco sandinistas que volvían de una fiesta en Nicaragua? Y si no puedo hacer nada en ningún campo de la vida real, ¿cuál sería el sentido de vivir tan informado y sobrecargado de noticias? Habría que pensar mejor la cuestión. Alguna vez dijo un tal Marx que el sentido de la vida no consiste en limitarse a observarla e interpretarla. Hay que hacer lo posible, dijo, para transformarla.
L.
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Demasiada intimidad
En Psicología de las masas Freud sostiene que ninguna persona, hombre o mujer, soporta una aproximación demasiado próxima a los demás. Para fundamentar la idea el fundador del psicoanálisis evoca la célebre parábola de los puercoespines ateridos de frío. El ejemplo sería más o menos así. En un crudo día invernal los puercoespines de una manada se apretaron unos contra otros para darse calor entre sí. Al hacerlo se hirieron recíprocamente con sus púas y eso los obligó con urgencia a separarse. El frío continuaba y entonces volvieron a juntarse con iguales consecuencias. Púas, dolor, olor intolerable. Por fin los animalitos encontraron una distancia media, óptima, en la que los males fueron mitigados, es decir, el frío, el olor y el dolor generado por las púas. De la fábula se desprende para Freud una consecuencia digna de ser analizada. Casi todas las relaciones afectivas íntimas de alguna duración entre dos personas -el matrimonio, la amistad, el amor paterno y el filial- dejan un depósito de sentimientos hostiles que precisa, para ser conjurado, un cierto alejamiento que nunca es total. Se trataría apenas de dar, como los puercoespines, con la distancia adecuada. Lo primero es no dañar.
L.
L.
domingo, 20 de julio de 2014
Una cuenta que saldar
Diez amigos han muerto en Palestina. Diez mujeres han muerto en Palestina. Y diez niños también han muerto en Palestina. Cien amigos han muerto en Palestina. Cien mujeres han muerto en Palestina. Y cien niños también han muerto en Palestina. Y mil amigos y mil mujeres y mil niños. Qué fácil contamos los muertos. Cuentas de cientos y de miles. Pero aún sabiendo todo es muy rápido. De guerra en guerra todo se borra. Pero que un solo muerto se alce de golpe en medio de la memoria y ya vivimos contra la muerte. Ya nos jugamos contra la guerra y luchamos por la vida.
Ofelia recibe consejos
Ofelia, la novia de Hamlet en la clásica tragedia de Shakespeare, recibe en un momento de la obra consejos de su hermano Laertes que está por iniciar un viaje. Laertes le dice a Ofelia que cuide su casto tesoro, o sea, que no lo haga ni en sueños. Le dice algo más. Conviene que te quedes a la zaga del amor y al margen del deseo y sus riesgos. El mejor refugio -añade el hombre por si fuera poco- es el miedo. La joven más prudente es demasiado generosa sólo por el hecho de descubrir su belleza ante la luna. Y el hermanito sigue predicando. A menudo el gusano lastima los retoños de la primavera antes de que los capullos se entreabran. Ten cuidado. Hasta acá lo que dice Laertes antes de viajar. Su hermana le responde con fingida cordialidad. Seguiré tus consejos -le miente- pero confío en que no seas como el mal pastor que mientras nos señala el camino del cielo toma por su cuenta el atajo del placer. Fin de la escena. Así fuimos educados. Y así seguimos. Miedo al deseo, miedo al placer, miedo a mostrarnos ante la luna, miedo al amor en cualquiera de sus formas, miedo al dolor, miedo a la verdad. Y así estamos. Miremos si no hacia Palestina. Miremos sin miedo. Con la mayor atención.
L.
L.
Dos cuentos eróticos
Los cuentos más eróticos de la literatura latinoamericana contemporánea son La señorita Cora, de nuestro Julio Cortázar, y Tan triste como ella, del uruguayo Juan Carlos Onetti. Curiosamente ambos relatos se caracterizan por la habilidad de sus autores para omitir nombres de órganos sexuales, detalles alusivos, escenas calientes y/o pornográficas de las que sobran en las cincuenta sombras de Grey. Los autores a quienes se les da por ese lado suelen poner en sus textos demasiada y vana información. Si un escritor empieza a decir la curva de...muy pronto suena todo a la manera de un tratado ginecológico. Sólo Joyce se salvó de eso. Joyce, Flaubert, Calvino y unos pocos más. Es cierto que a veces la mención de palabras sucias puede resultar provocativa. Pero al cabo de un tiempo el recurso se vuelve monótono. Ya no excita y encima aburre. En literatura erótica, como en toda expresión artística, siempre conviene decir más con menos, o, mejor aún, mostrar y no decir.
L.
L.
Matar el tiempo
¿Por qué esa obsesión de tanta gente por matar el tiempo o soñar con la llegada del día feliz o despreciar el presente como si fuera una desgracia? ¿De dónde salió la idea tan absurda de que siempre hay que entretenerse con algo, abrir la puerta, cerrar la puerta, viajar a no sé dónde, prender la tele, apagarla, leer una novela divertida, no leerla, pasarse horas en el gimnasio o hablar por celular sin pausa ni destino? ¿Es que siempre hay que estar haciendo algo? ¿Lo contrario, es decir, quedarnos quietos, sería el crimen mayor que se podría cometer? ¿Y por qué tanto empeño en matar el tiempo? ¿Qué hizo de malo? ¿Cuál es el delito cometido por las horas, las cantoras y las doctoras? Lo que pienso no es original pero voy a exponerlo a continuación. El tiempo es algo muy interesante y además es lo único valioso que tenemos. Por tal motivo no deberíamos matarlo sino entregarnos a él como si fuera un ser amado, un dios, una estrella fugaz. Y entregarnos sin planes, sin pasajes, sin proyectos, sin aparatos, sin urgencias ni turgencias. Vivir la vida porque sí, sin para qué ni para quién, por el solo hecho de respirar y oír el paso de los autos allá abajo. El viento. El tiempo. El sentimiento. ¿Por qué matar, así como así, a nuestros mejores compañeros de camino? ¿Tiene algo de malo el simple y sencillo acto de no hacer nada?
L.
sábado, 19 de julio de 2014
Pasión suspendida
Leo una larga entrevista a Marguerite Duras (1914-1996) donde la escritora confirma el carácter autobiográfico de El amante, su novela más famosa e intensa. Duras fue iniciada sexualmente por un chino de alta clase. La mujer dice que el cuerpo del hombre no le gustaba pero que aún así la hacía gozar. Ella amaba en él su amor por ella más un erotismo desconocido y ambiguo. Con él descubrió la ambivalencia que suspende en parte una pasión. El amor como deseo de poseer al otro al punto de querer devorarlo. La pasión entendida como algo capaz de combatir la muerte, el mal, el tedio de vivir. Pronto descubrió la escritora que el amor no existe más allá de unos pocos instantes para después dispersarse en la imposibilidad misma, real, de cambiar el curso de una vida. Hay por lo visto algo sin nombre que el sexo no alcanza a aliviar. Lo que le faltó a Marguerite Duras en esa pasión suspendida lo retomó, como debe ser, en el acto mismo de escribir la novela y liberarse a través de ella.
L.
Ni relojes ni espejos
Me han dicho que los viejos huyen de dos demonios. Se trata de algo que no quieren ver de ningún modo. Basta de misterio. Se trata de relojes y espejos. Los espejos tienen la maldita costumbre de mostrar arrugas, pelos que salen como brotes de la nariz, genitales en creciente declive. Los relojes representan otra maldita maldición. Se quedan sin pila a veces y, de pronto y sin aviso, dejan de dar la hora. Confirman además la lentitud del tiempo. Me han dicho que niños y viejos padecen del mismo problema. El tiempo anda muy lento y se vuelve temible. Ni relojes ni espejos. Los viejos prefieren caminar por desiertos desérticos donde no existan aparatos de ningún tipo. El espejo es la verdad. Y el reloj marca la hora de la interrupción. Ante semejante realidad los viejos se refugian en recuerdos que no son espejos ni relojes. Besos que solo fueron besos, aquella tarde, aquel mar embravecido, la tormenta, sí, inolvidable.
L.
L.
Distancia óptima
En psicología suele usarse el concepto de distancia óptima. Alude a la relación con los otros. Demasiado cerca puede traducirse en un amasijo. Demasiado lejos enfría las cosas y, aunque suene redundante, aleja y congela los lazos. Distancia óptima puede ser vista como una especie de péndulo donde se busca el punto justo de contacto para preservarse uno y de paso proteger al otro. No podemos vivir pegados como chicle a los demás. Pero tampoco permanecer indiferentes al entorno social y amoroso. La tarea no es fácil. Distancia óptima. A la larga permite establecer vínculos sanos, estimulantes y aún excitantes. Pero todo, claro, sin exagerar.
L.
viernes, 18 de julio de 2014
Lo mejor viene después
Hombres y mujeres en estado de enamoramiento o exaltación lírica sólo ven cualidades en el otro/a. Solamente belleza, encanto y sobreexcitación. En esa fase no se ven defectos sino virtudes y maravillas. El único miedo es salir algún día del ciego y bendito resplandor. Miedo a perder lo que se tiene o se supone que se tiene. La convivencia posterior suele enturbiar ese instante que es todos los instantes. Aparecen ángulos insospechados de la relación y un mar de sombras humedece los días. O directamente los seca. ¿Están obligados ese hombre y esa mujer a pagar el fuego inicial con una vida entera de sufrimientos, reproches y amargura? ¿Eso es lo que llaman amor para toda la vida? Las preguntas conducen a un nuevo interrogante. ¿Es el enamoramiento la fase principal de un vínculo amoroso? La respuesta es no. Lo más importante viene, sí, después.
L.
L.
Si hubiera o hubiese
Si yo le hubiera dicho. Si no hubiese ido. Si en vez de escribirle un mail hubiera o hubiese hablado por teléfono. O callado. O leído quién sabe. Solemos pensar que en el pasado cometimos un grave error. Una falla inicial. Algo decisivo, irreversible y fatal. En caso contrario no hubiera o hubiese pasado lo que pasó. Si no respondía a ese mensaje. O si respondía. Otro gallo cantaría si evitaba a tiempo la obvia equivocación. Todo sería mejor ahora de haber evitado el fallo de origen. Si hubiera o hubiese. Es el tiempo verbal de la neurosis. Si yo hubiera estudiado esto o aquello no sería esto. Con frecuencia pensamos que la vida no da segundas ni terceras oportunidades. En la primera debíamos hacer eso. En la segunda lo otro. En la tercera lo de más allá. Si yo hubiese o hubiera es la gramática del fracaso y la inutilidad. Suponemos entonces que debemos pagar las consecuencias por no haber hecho lo correcto en el momento indicado. Pero no es así. ¿Acaso existe lo correcto? No hubo ni hay error. Hicimos lo que debíamos en las condiciones dadas. Y estuvo bien para ese momento. Quizás no para hoy. Pero además. Nunca es tarde para cambiar de tiempo verbal. Nunca es tarde para nada.
L.
Elogio del error
Es muy bueno equivocarse. Yo diría que es fundamental. ¿Cómo aprenderíamos si no erráramos? No habría manera. Hay que amar a la mujer equivocada, hay que andar el peor camino, hay que hundirse en el remolino para que el agua misma nos vuelva a disparar hacia arriba. Los que no se equivocan no solo no aprenden sino que no viven. Apenas sobreviven en su mundo de falsa perfección. El otro mundo, ese que resbala, el que tiene olor y agujeros no siempre amables, hacia ahí tenemos que ir. En caso contrario no hay salida.
L.
L.
jueves, 17 de julio de 2014
Andrea por Andrea
Para narrarme a mí tendría que narrar a mi abuela Adela, huérfana por culpa de la guerra bipartidista, y a mi abuelo Noé, huérfano por culpa de una partera del Santander. Tendría que narrar a mi padre corriendo con los pies descalzos por las calles del pueblo de su infancia -luego transitaría por esas mismas calles montado en un auto último modelo y quienes lo golpearon de niño le dirían ahora patrón-. Debería entonces narrar a mi madre y su único año de libertad en un convento. Podría –o debería- narrar a mi tío y sus dos muertes. Y a mi tía y su amor homosexual. Para narrarme a mí tendría que explicar por qué mi otro abuelo se quitó dos dientes del frente y por qué cuando vi a mi otra abuela en su ataúd sentí que ya la había visto antes. Sería paso obligado, también, hablar sobre los distintos matrimonios entre primos; los embarazos secretos; la obsesión de mi familia paterna por las uñas de los pies bien cortadas. Es complicado narrarme. Mejor ser escueta. Nací el 30 de mayo de 1983. Soy abogada y poco a poco fui dejando de escribir.
A.
Incomunicados
Quizás tenga razón mi analista cuando dice que la comunicación es imposible. La gente no sabe contar lo que le pasa. Las entidades ecologistas, políticas, sociales y sexuales tampoco saben. Los mails son confusos. Los blogs. Los tuits. Alguien va a ver una película y no sabe contarla. Alguien viaja y se limita a mostrar las quinientas fotos selfis que tomó con celular. ¿Por qué? Porque no puede decir nada. Las charlas anodinas por celular que escucho en los colectivos son absurdas. No hay mensaje. No hay ideas. No hay ni siquiera una transmisión sencilla. Y todos andamos las calles como zombies y la gente se dedica a eso que llaman la conversación. Pero no me engañan. Quizás tenga razón mi analista cuando dice que la comunicación es imposible. Es así. Estamos incomunicados hasta con nosotros mismos. Ni siquiera entiendo lo que acabo de escribir acá.
L.
L.
Repetición
Cuando no se recuerda algo especialmente doloroso, algo como una muerte, un abandono, una ofensa, una derrota, cuando se lo ignora o no se logra ponerlo en palabras, la tendencia natural es volver a repetir la escena muchas veces. Este rasgo insistente del funcionamiento humano explica diversos comportamientos habituales y patológicos en casi todos nosotros. Alimentamos vínculos enfermizos, permitimos alegremente los ataques del entorno, nos entregamos a un goce inmediato -sexual, alcohólico, fumado, televisivo- que a la larga se tornará en desgracia, o, por lo menos, en nueva frustración. ¿Cómo salir del atascamiento? No hay otro camino que elaborar a fondo el pasado, simbolizarlo, convertirlo en metáfora, llevarlo al terreno del discurso y, algo más, reescribirlo. Es cierto que algunas palabras matan o casi. Pero muchas otras, las que nacen como flores inesperadas entre las piedras, pueden liberarnos para siempre. En resumen. Nos curamos cuando dejamos de repetir.
L.
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