Cuando no se recuerda algo especialmente doloroso, algo como una muerte, un abandono, una ofensa, una derrota, cuando se lo ignora o no se logra ponerlo en palabras, la tendencia natural es volver a repetir la escena muchas veces. Este rasgo insistente del funcionamiento humano explica diversos comportamientos habituales y patológicos en casi todos nosotros. Alimentamos vínculos enfermizos, permitimos alegremente los ataques del entorno, nos entregamos a un goce inmediato -sexual, alcohólico, fumado, televisivo- que a la larga se tornará en desgracia, o, por lo menos, en nueva frustración. ¿Cómo salir del atascamiento? No hay otro camino que elaborar a fondo el pasado, simbolizarlo, convertirlo en metáfora, llevarlo al terreno del discurso y, algo más, reescribirlo. Es cierto que algunas palabras matan o casi. Pero muchas otras, las que nacen como flores inesperadas entre las piedras, pueden liberarnos para siempre. En resumen. Nos curamos cuando dejamos de repetir.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario