domingo, 6 de julio de 2014

Discusión

Las discusiones con Paula no van a ningún lado. La de anoche por ejemplo. La de anoche antes de dormir o como se llame a eso. Le dije que es poco lo que podemos hacer para cambiar las cosas. Hablábamos de la estupidez de cierta gente, de las oficinas grises, del poder, de todo eso. Paula, de pie junto a la estufa, sostuvo que debe hablarse con los tontos y decirles que son tontos y que si lo piensan tal vez dejen de serlo. Yo retruqué, no muy seguro, que hacer eso es perder el tiempo. Que no importan los hechos sino lo que hagamos con ellos. Paula perdió la paciencia y antes de apagar la estufa me dijo que tampoco es necesario estar de acuerdo en todo. Dijo que sería mejor dejar de hablar y mirar un poco la televisión. Le dije entonces que ese camino tan suyo y colombiano, el del silencio y el retiro, no solucionará las cosas. Traté de redondear la idea mientras me quitaba la ropa. Le dije que es mínimo lo que podemos hacer para influir en los otros y en lo otro. Pero que justamente por eso deberíamos hacerlo. No le dije que robé la idea en terapia. Igual la cita no ayudó. Por suerte la discusión terminó al fin y los cuerpos, los nuestros al menos, terminaron abrazados como si se aferraran a lo único que importa, o sea, a lo que no puede decirse con palabras.
L.

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