Todo había empezado porque sí. El viaje para el asado frío en Saavedra, la discusión acerca de subir al colectivo lleno pero cierto o esperar otro mejor. En el medio hubo una escena romántica de esas que Paula y yo sabemos generar cuando estamos distraídos o nos da por ahí. Ocurrió en los asientos del fondo con el micro ya desierto y cuando el parque y la hora estaban cerca. Para qué entrar en detalles. Fue una linda escena. Después vinieron el asado, los tambores de rumba, el partido, el asombroso resultado, las banderas y los cánticos que en algo recordaban épocas tristes y a la vez mostraban una alegría que, como el amor, no tardó en manifestarse. No lo digo por decir. Fuimos felices anoche. Por lo que había pasado y por estar juntos. Esto último, claro, sigue siendo y será lo principal.
L.
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