Hay una vieja canción de la guerra civil española (1936-1939) que debería volver a cantarse y escucharse en estos días de nacionalismo futbolístico exacerbado. Dicen que la patria es/un fusil y una bandera/la patria son mis hermanos que están labrando la tierra. El mundial estimula en mucha gente los sentimientos más oscuros, egoístas y mezquinos que puedan imaginarse. Al parecer hay siempre una especie de raza superior encarnada en tal o cual equipo y una raza inferior que ni siquiera merece vivir. El racismo suele ser asociado confusamente con la idea de "lo nuestro" frente a "lo de ellos", idea que como bien se sabe estuvo en la base del fascismo en todas sus variantes. Sin ir más lejos la actual guerra de exterminio que lleva a cabo Israel contra los palestinos, ellos y nosotros, ya produjo cien muertos civiles en Gaza, treinta de ellos niños. Y todo en nombre de la patria. En este último caso tendríamos un perfecto ejemplo de víctimas que atacan y matan a las víctimas. El mundial azuza pueblos contra otros. En la Argentina prevalece un sentimiento anti-brasileño y lo mismo al revés. Holanda se mueve a veces con jactancia europea algo que no se vio hasta ahora en Alemania. Alejandro Sabella, el dignísimo técnico de la selección argentina, fue claro en ese punto. Dijo que en su diccionario no figuran las palabras venganza o revancha. Jamás subestimó a los equipos contrarios. Voy a usar ahora la primera persona. No tengo nada contra los brasileños. Al contrario. Tengo todo a favor. No tengo nada contra los pueblos de Holanda y Alemania. La patria no es un fusil y una bandera. Tampoco es una pelota de colores brillantes. La patria es una historia común, una lucha fraternal por la justicia y la libertad, un deseo de hermanarse cada día más con todos los pueblos de la tierra.
L.
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