Son penosas las migraciones que ciertos peces emprenden en tiempos de desove. Buscan volver a los lugares donde residieron primitivamente y se mueven impulsados por hambre y amor. Con el traslado pretenden acaso recuperar divinos momentos y algunos lo consiguen. Dan un poco de envidia esos peces que sin ahorrar sacrificios emigran hacia lugares donde fueron o creyeron ser felices. Por alguna razón los viajeros desdeñan el principio de realidad y buscan, en el principio del placer, la justificación de sus vidas.
L.
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