Las ideas que nos hacemos de las cosas nos alejan de las cosas. Si por ejemplo veo a un árbol pensando antes en la idea-árbol no veo el árbol, no lo siento, no escucho el murmullo de las hojas cuando el viento las agita levemente. Lo mismo podría aplicarse a los pájaros, a los poemas, a las ciudades, a las canciones, a las mujeres, a los hombres y a los niños. Un pensamiento previo acerca de algo anula ese algo y queda en pie, apenas, el puro pensamiento. ¿Podríamos concluir entonces que nada debe ser pensado sino apenas mordido, olido, observado, besado y tocado? De ninguna manera. Sería una conclusión no solo apresurada y débil sino, sobre todo, errónea.
L.
No hay comentarios:
Publicar un comentario