jueves, 10 de julio de 2014

La ilusión I

El miedo a sufrir desilusiones es a veces mayor al digno anhelo de ilusionarse con algo. El miedo a soñar con cosas que acaso no se cumplan total o parcialmente inhibe el ejercicio de los sueños, empuja a la amargura y desarma proyectos cuidadosamente armados. Es raro pero es así. Luego del triunfo ante Holanda los argentinos temen ahora que el domingo, ante Alemania, todo se vaya al diablo. No les basta con lo alcanzado. No quieren sufrir la angustia de no haberlo alcanzado todo. La situación planteada sería equivalente a no querer enamorarse de alguien ante la mínima posibilidad de que ese amor se derrumbe algún día. Si aplicáramos esa especie de paranoia a todos los campos de la vida no haríamos nada. La ilusión es tan erotizante y perfecta que mejor no moverse, no actuar, esperar la carroza o directamente no esperar nada. Aplicar una técnica semejante podría llevar a morir antes de tiempo. ¿Qué hacer entonces? A lo sumo convendría seguir el sano consejo del Principito. Lo mejor es desear cosas posibles. El resultado será mucho más satisfactorio que ansiar lo imposible. Y, al menos por un tiempo, el riesgo de la desilusión se alejará de nuestras vidas.
L.

No hay comentarios:

Publicar un comentario