lunes, 14 de julio de 2014

Los otros

Dedicarse a convencer a alguien de algo que suponemos justo y correcto no sólo es perder el tiempo. Es casi una creencia o, mejor, una religión. Es como suponer que el otro piensa lo que piensa porque todavía no escuchó un argumento adecuado que lo haga cambiar de punto de vista y por fin encaminarse. Es entronizar un altar en el lugar de las ideas. Es creer en la posibilidad de cambiar a los demás. En resumen. No va por ahí la cosa. Es como ocupar nuestro tiempo en quejarse de los otros y del mundo. No sirve de nada. Si de algo tenemos que ocuparnos es de nosotros mismos. Y no de una manera egoísta o individualista ya que no se trata de eso. Al contrario. Ganar en entendimiento, curiosidad y equilibro nos dará mayor consistencia y luminosidad, algo que, por fortuna, suele ser a veces contagioso.
L. 

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