Hace medio siglo, el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin decía desde el cielo que la tierra es azul. Se lo decía a la gente para que lo recordara. Gagarin tenía 27 años. Era hijo de campesinos y obrero metalúrgico. Posteriormente esa condición molestó a la reina Isabel II de Inglaterra cuando lo invitó a un banquete. El hombre se sentó junto a la dama y no supo qué hacer con los cubiertos. Antes, desde el cosmódromo de Baikonur, había dicho vámonos como si fuese un grito de guerra. Ya ubicado en la cápsula Vostok el joven con ojos de niño no podía creer lo que veía. Esto es hermoso, decía mientras sobrevolaba el Pacífico, Japón y el sur argentino. El cosmonauta contempló extasiado un arco iris y las estrellas. Luego se perdió en la noche. Dicen que varios años después se volvió mujeriego y alcohólico. Y que cayó abrumado por la fama. En 1968, a los 34 años, murió piloteando un Mig-15 durante un vuelo de rutina. Eso ocurrió cerca de Moscú. La leyenda cuenta que maniobró como pudo, heroicamente, para caer lejos de una escuela donde, en caso contrario, hubieran muerto cientos de niños. Imposible saber si eso fue verdad o una mentira más de un régimen acostumbrado al engaño. ¿Pero quién le quita a Yuri Gagarin lo bailado bajo un cielo de diamantes cuando el mundo era azul y nadie estaba muerto?
L.
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