Discutíamos en el taller acerca de lo peor. Lo peor, dijo el psicólogo, es la separación. No existe nada que duela más que separarse. Mucho peor es la muerte, disparó la estudiante para cerrar la discusión. Lo dijo mientras apartaba el pelo de su frente y cruzaba las piernas. La muerte no, insistió el psicólogo. La muerte es la separación mayor. Lo que duele de veras es la separación menor. La de los cuerpos. Alguien que hasta el momento no había dicho nada apuntó que lo peor es no ser amado. Pero el psicólogo insistió. Peor que no ser amado es separarse. No existe nada más triste y doloroso. Entonces la estudiante se levantó y caminó en círculo por la sala. Pensé que había sido suficiente. Lo peor es sufrir sin hacer algo con eso. Lo dije en voz alta para que escucharan todos. Pero lo peor de la noche ni siquiera había comenzado.
L.
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